Ante la interrogante de su esposa, Renaldo sonrió con picardía, la abrazó y besó la coronilla de su cabeza. —Quizás no te estás equivocando, pero necesito ayudar a mi hermano… son muchos años que ha pasado sin ninguna ilusión, de un lado a otro, o mejor dicho, de unos brazos a otros, jamás le había
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