—¡Papá! —gritó Raúl, sobresaltado, como si su corazón saltara de su garganta. Los sirvientes de la familia Navarro también estaban atónitos, pero solo Miguel se mantuvo impasible. Raúl se volteó hacia él con el rostro desfigurado. —Muchacho, ¿qué le has hecho a mi padre? ¿Por qué ha escupido sangr
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