Apoyó las palmas en la mesa y se dejó llevar. Kainn era un verdadero poema a la vista, con un cuerpo firme, tatuado y musculoso, y ella se arqueaba para recibirlo mientras besaba con frenesí cada milímetro de su piel. Él sabía cómo llevarla al éxtasis y Elisa lo obedecía a ciegas, disfrutando el via
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