Juan frunció las cejas, mostrando la inquietud y depresión durante un instante en el ceño, sin embargo, aun conteniendo sus emociones, se lo explicó a Lorena:—Cuando la opinión pública te atacó, fue una decisión no autorizada del departamento de relaciones públicas, no tiene nada que ver con ella.La última vez te atropelló con su coche, la policía ya dictó sentencia, fue detenida y multada. Ya ha sido castigada, pronto iré al extranjero, Lorena, olvídalo.El pasillo estaba silencioso, el ambiente era sofocante.Lorena levantó la cabeza, lo miró con sequedad helada, y soltó una fría carcajada:—¿Lo olvidaré? Si vamos a ajustar las cuentas, ¿acaso yo le debo? Juan, con los miles dólares que le multaron, ¿pueden comprar la vida de mi hijo?Su frase muy fría hizo que se le demudara el rostro de repente y se le encogiera el corazón violentamente, como si se lo hubieran pellizcado sin querer. Sufrió el dolor palpitanteLas venas de su frente palpitaban vagamente, como si ella lo estuviera
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