Capítulo 28
No se podía ver la expresión actual de Juan. Él dio la vuelta y se marchó con el rostro sombrío. No entendió por qué Lorena no lo había negado antes. Con esta duda, sintió la decepción y la frialdad en su pecho, y algunas partes de su corazón gradualmente se volvieron frías y duras. A juzgar por eso, lo que se veía ver con los propios ojos no siempre era verdad.

Al ver que Juan no les echó culpa, las dos damas se sintieron aliviadas al instante.

Juan volvió al cuarto interior, viendo que Susana estaba sentada débilmente en el sofá, con una gasa envuelta alrededor de la cabeza, con un aspecto miserable y lamentable.

Juan se la acercó. Cuando vio el lado derecho hinchado de su cara, sus ojos se volvieron profundos ligeramente. Le preguntó con la actitud fría y escalofriante.

—¿Te duele?

Susana fingió ser fuerte, aspirando por la nariz y mostró una expresión afectada, diciendo:

—No me duele, Juan, no culpes a la señorita Suárez, sólo estaba tan enfadada que me empujó a sus impulsos.

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