Mientras yo estaba dudando, desbloqueé el móvil con un toque. La voz de Sergio sonó clara a través de la pantalla.—Luna, abre la puerta. Hablaba conmigo con el mismo tono de siempre, algo arrogante y mandón. En el pasado, yo lo admiraba y nunca sentí que hubiera algo malo en su manera de hablar. Al contrario, pensaba que Sergio debía ser así, distante y despectivo. Pero ahora que ya no lo admiraba, su voz me resultaba incómoda.—¿Qué quieres?Pregunté, irritada por su tono.—Vine a verte, me preocupaba por ti. He venido varias veces, pero Carmela no me dejaba pasar. Te he echado de menos. Creo que Carmela acaba de salir, así que, por favor, ábreme.—Me duele la herida, no puedo levantarme. mentí, aunque estaba justo detrás de la puerta, observándolo a través de la mirilla. Su rostro mostraba impaciencia.Si estás impaciente, vete. Nadie te pidió que vinieras.—No hay prisa. Esperaré aquí hasta que puedas abrirEste tipo era terco. Pero, al final, decidí dejarlo entrar. Me acerqué l
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