TINA WILLIAMSLlegué a Liverpool como Ava Smith, pero quien firmó el contrato de arriendo de un departamento lindo, y logró conseguir trabajo como camarera de un restaurante modesto, fue Paula Harrison. Apunté en una libreta el único número de contacto que me importaba, el del doctor Ávila, y el de Finn, antes de por fin apagar mi teléfono y tirarlo a la basura. Compré un teléfono desechable para poder enviar el contacto del doctor a Finn, pero… ¿cómo podía enviárselo sin delatar que seguía viva? Si ya habían visto mi tumba, sería imposible cesar su búsqueda cuando enviara algo así de obvio, me delataría. De tanto pensar me comenzó a doler la cabeza y las náuseas se apoderaron de mí. Pálida, sudando frío y con temblor en las piernas, me aferré al bote de basura de la tienda y vomité. La sensación no paró, aunque tenía el estómago vacío, me arqueaba dolorosamente y terminé hincada frente al bote, aún agarrada con ambas manos del borde. Lo primero en lo que pensé fue: ¿Qué comí que m
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