Es un día más de clases sin él, y estoy sentada en mi sitio de siempre, mirando hacia la silla donde él solía sentarse, tratando de imaginarlo ahí, tan guapo como siempre, prestándole atención al maestro con su mirada seria, o la sonrisa que tenía cuando estaba conmigo, pero no…, él no está y quien sabe cuando voy a volver a verlo.Cristóbal se sienta en la silla de atrás todos los días y trata de animarme como siempre, con sus chistes malos, pero, lastimosamente, aún no me acostumbro a su ausencia en mi vida y me avergüenza admitir que lloro por las noches al no poder verlo. Decidí darle su propio espacio, pero siento que me estoy ahogando como si estuviera metida en un cubo, por no verlo.El maestro aún no empieza la clase y Cristóbal sigue haciéndome reír con las cosas que dice, pero de pronto comienzo a tener esa sensación de inquietud que es propia de cuando voy a verlo, y mis ojos se desvían cada dos segundos a la puerta, esperando que cruce el umbral. Mi pulso se acelera y mi r
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