El sol brillaba intensamente, proyectando una luz dorada en la habitación de Simon. Mientras ajustaba su corbata frente a la ventana, sus ojos se perdían en el horizonte, como si estuviera anhelando un escape. Emma yacía tranquila, sumida en un sueño profundo, mientras el silencio se veía interrumpido por un sutil murmullo que rompió la paz del momento. Al girarse, Simon encontró a Emma en una situación alarmante, como si luchara entre comunicar algo o enfrentar un problema respiratorio. Con un corazón acelerado, Simon no perdió tiempo y activó rápidamente el botón de pánico. Intentó ayudar a Emma, pero su cuerpo parecía una hebra de lana, cayendo suavemente sobre su respaldo. En cuestión de segundos, un grupo de enfermeras entró en la habitación, su rostro estaba marcado por una mezcla de preocupación y profesionalismo. —¿Qué sucede?— interrogó Simon, sus ojos reflejaban el miedo y la incertidumbre. —Nada grave, es su lengua; está tratando de gesticular—dijo la enfermera mientras l
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