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Jueves por la mañana
El sol brillaba intensamente, proyectando una luz dorada en la habitación de Simon. Mientras ajustaba su corbata frente a la ventana, sus ojos se perdían en el horizonte, como si estuviera anhelando un escape. Emma yacía tranquila, sumida en un sueño profundo, mientras el silencio se veía interrumpido por un sutil murmullo que rompió la paz del momento. Al girarse, Simon encontró a Emma en una situación alarmante, como si luchara entre comunicar algo o enfrentar un problema respiratorio. Con un corazón acelerado, Simon no perdió tiempo y activó rápidamente el botón de pánico. Intentó ayudar a Emma, pero su cuerpo parecía una hebra de lana, cayendo suavemente sobre su respaldo. En cuestión de segundos, un grupo de enfermeras entró en la habitación, su rostro estaba marcado por una mezcla de preocupación y profesionalismo. —¿Qué sucede?— interrogó Simon, sus ojos reflejaban el miedo y la incertidumbre. —Nada grave, es su lengua; está tratando de gesticular—dijo la enfermera mientras l
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Preparacion final.
Después de su sesión psiquiátrica, Simon dedicó el resto de la tarde a estar junto a Emma, sin separarse ni un instante. Practicó su presentación una y otra vez, mientras Emma lo observaba con admiración. A pesar de las circunstancias difíciles, esos momentos juntos se sentían como un bálsamo para ambos. Al llegar la noche, Simon se despidió de Emma con un beso en la mejilla. Al verla con sus grandes ojos verdes aún despiertos, colocó su frente contra la de ella y susurró: —No te preocupes, Emma. Estoy trabajando para convertirme en el hombre que mereces. Cuando salgamos de aquí, tu vida será diferente. Las lágrimas se acumularon en los ojos de Emma y se derramaron por su mejilla, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar el torbellino de emociones que sentía. Simon, con un gesto tierno, secó sus lágrimas y sintió el agarre firme de Emma en su muñeca., como un recordatorio de la conexión que compartían. —No me dejes —susurró Emma, con voz temblorosa. Movido por sus
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De vuelta a casa.
El día sábado se veía prometedor. Simon se levantó con los primeros rayos del sol. Tarareaba una canción; ya no tenía la preocupación del proyecto de los malls. Ahora, su próxima jugada era el taller para Emma, así que sus planes eran ir a casa para ver a Jackie y vigilar de cerca la construcción. Aunque Anita y Laura estaban a cargo, él creía oportuno ver por sí mismo cómo iba todo. Le dio a Emma su desayuno pacientemente, ya que ella aún demoraba en tragar. Le explicó que iría a casa por unas horas.—Laura no vendrá este fin de semana —murmuró Simon, jugando con un mechón de cabello de Emma— Estaré aquí para ti... bueno, excepto por unas horas hoy.Con un bolso de ropa en mano, Simon dejó a Emma al cuidado del guardia y se dirigió a su vehículo. La ciudad se desplegaba ante él, sus calles cobrando vida con la energía del fin de semana. En casa, Jackie, su leal compañero canino, lo recibió con saltos y ladridos jubilosos. Con el confort de su hogar abrazándolo, Simon cambió su traje
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Una sorpresa para Emma.
Dos horas más tarde, Simon irrumpió en la clínica, portando en su compañía a Jackie, su sorpresa para Emma. Al abrir la puerta de la habitación, Jackie saltó con una mezcla de emoción y afecto sobre la cama de Emma, lamiendo sus manos entre sollozos que resonaban con ternura. A pesar de su debilidad, Emma sonrió, extendiendo con esfuerzo su mano para acariciar al perro que se acurrucó junto a ella. Observando esta escena, Simon se conmovió y delicadamente colocó un ramo de flores frescas en un florero sobre el velador que compartían.La enfermera entró con bandejas de comida y su sorpresa fue evidente al ver al can en la cama. Con una ceja arqueada, lanzó una mirada inquisitiva a Simon.—Es parte del proceso terapéutico. El doctor Soler entenderá", aseguró Simon, con una confianza que dejaba claro que no toleraría objeciones. Sabía que estaba al límite con las reglas, su determinación era innegable, despues del escandalo de Robert sabia que permisos se podia dar. — ¿nos darias un mome
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¿Qué busca Robert?
El día domingo llegó con un sonido brusco. Emma estaba de pie entre las dos camas, casi cayendo como una mantequilla derretida. Se aproximó rápidamente para tomarla en brazos, pero ella, firme, no lo dejó. Quería dar sus primeros pasos. Se sujetó de los hombros de Simon, él la tomó por su cintura y dieron juntos tres pequeños pasos. Decidida a seguir, prosiguió con otros dos. Sus piernas flaqueaban, pero no quería darse por vencida. Levantó sus grandes ojos verdes para encontrarse con los ojos asombrados de Simon. Ambos estaban felices y asustados. Continuaron con diez pasos más y Emma se desplomó. Simon la cogió en brazos y la llevó nuevamente a la cama, donde le proporcionó masajes en sus pantorrillas para aliviar la fatiga que sentía. Entró la enfermera con el desayuno y quedó atónita al escuchar lo que los jóvenes narraban. Desde ese día, la recuperación de Emma fue en ascenso. Ella no quería dejarse derrotar y, al cabo de dos semanas, fue dada de alta. Su marcha era lenta pero se
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Desafortunadas noticias.
Pasaron dos semanas más, Emma ya había recuperado gran parte de su peso y hablaba más fluidamente, compartían habitación cada noche, pero Simon sentía que podía dar algo más que solo un abrazo protector, aunque entendía que no podía forzar su relación ya que Emma aún seguía atormentada por lo sucedido con su tío, el primer psiquiatra le había dicho que a veces las personas dañadas perdían la interacción con el sexo opuesto. Ese era su gran temor.Llegando al taller para ver los avances recibió una llamada, al ver el njmero se retiró a una oficina que tenía cerca.—¿ Alo?— ¡ Simon!, lamento decir que Robert logró obtener las pruebas.—¿ Tienes los resultados?— preguntó Simon con latente preocupación.— Sí, pero me temo querido amigo que no te gustarán. Debes prepararte, las acabo de enviar a tu correo.— Simon abrió su correo y se encontró con que Robert era el padre de Emma, su rostro palidecío y dejó caer su cuerpo sobre una silla, no podía creer lo que sus ojos veían ¿Como podía ser
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Sacando las garras.
Al cabo de cinco días, el aire en el galpón se volvió más pesado cuando Simon reconoció la silueta que se recortaba en la entrada. Los ojos de Robert, afilados como cuchillos, se encontraron con los de Simon antes de que pudiera desviar la mirada hacia el montaje de las cigüeñas. Una vez que Simon se aseguró de que todo estaba en orden, se dirigió hacia Robert, estrechando su mano de manera firme pero distante.—Tardaste un tiempo en venir —dijo Simon, guiando a Robert hacia su oficina.—Este lugar no es el adecuado para discutir ciertas cosas —respondió Robert, mirando a su alrededor con un desdén evidente. —¿Qué te parece si vamos a almorzar?—Claro, iré por mi chaqueta —respondió Simon. Tomó su chaqueta y las llaves del vehículo, y ambos se dirigieron al restaurante "Camille", acordando encontrarse allí en quince minutos."No me parece apropiado que nos vean juntos", le dijo Robert mientras se dirigía a su vehículo. Al cabo de quince minutos, ambos vehículos se estacionaron a las a
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El dolor de Emma.
En el silencioso refugio de su habitación, Emma se hallaba sola, sin rastro de Simon. La penumbra abrazaba cada rincón, cada esquina y el silencio resonaba con las huellas de un pasado que preferiría olvidar. No había álbumes de fotos que narraran su historia ni historias susurradas por una madre ya ausente.Emma se sumía en el oscuro abismo de sus recuerdos. Cada día de la madre con una silla vacia, las veces que en la escuela le cuestionaron su falta de padres llamandola huacha resononaban en su mente. El día en que escapó de su hogar era un eco ensordecedor en su mente. Su única compañía era el murmullo lejano de la ciudad y la sombra de un futuro incierto.Había perdido a su abuela hace unos meses, la única figura que le brindó consuelo y afecto en este mundo. No quedaba mucho de su antigua vida, solo documentos personales y la pesada carga de secretos que llevaba consigo. No tenía fotos familiares, no tenía relatos reconfortantes ni una vida de la cual enorgullecer.La noticia de
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Su nombre era Robert.
Al otro día, Simon regresó temprano. Había trabajado arduamente toda la noche para pasar el día con Emma. Su sorpresa fue grande cuando no la encontró en el lecho que compartían. Fue a preguntarle a Luis, pero tampoco sabía. Desconocía en qué momento la joven salió del hogar. Volviendo a casa resignado, llamó Simon al teléfono de Emma repetidas veces, pero la llamada no se conectó nunca. Tomó una ducha y se recostó a esperar la llegada de ella. Jackie quedó dormido profundamente, mirando la preocupación en los ojos de su amo, que finalmente fue vencido por el cansancio.Por otra parte, en la ciudad, Emma caminaba por las calles de Providencia buscando una dirección anotada en el papel que llevaba en sus manos. El teléfono lo había guardado en silencio en su cartera para que nada la hiciera arrepentirse de la decisión que había tomado. Buscar a Robert podría traer respuestas y, de paso, formar las imágenes faltantes en su vida.— ¿Señor? —interrumpió la secretaria de Robert mientras es
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El santuario de Robert
El día continuaba y Robert, quien no era muy diferente a Simon, también tenía su santuario. En casa de sus padres, a la orilla de un cerro en Santiago, llegó al taller de carpintería de su madre. Ella esculpía figuras de madera en ese pequeño taller. Robert había crecido entre los olores de las maderas más finas que podrían existir. Desde que entraba, el olor a pino y roble lo envolvía, rememorando las manos de su madre mientras cincelaba cada trozo de madera. En ese lugar habían existido conversaciones y confesiones complejas; ella fue siempre su fiel confidente. Esta vez le traía buenas noticias: había concretado un encuentro con su hija. Realmente él había tenido la razón; la sangre llama a su sangre y, en el momento menos indicado, su hija había llegado hasta él. Era un lazo que jamás Simon podría cortar, y eso lo hacía sentir renovado y capaz de derribar lo que tuviera a su paso. Le molestaba el hecho de que Emma le tuviera tanta estima; no lograba entender cómo ese hombre manten
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