De regreso a la mansión Morgan, Emilia estaba muy alterada, pero lo disimuló con lágrimas de tristeza. A su entrada miró directo a los ojos a su madre y esta entendió que había llegado el momento de partir.—¡Gracias, familia, por recibirnos! —se despidió María, madre de Emilia, colocándose de pie.—¿Lograste hablar con mi hijo? —de inmediato se escuchó la voz de Claudia interesada en todos los detalles.—No, salió corriendo. Repetía que tenía mucho trabajo y que hasta mañana no me podía atender.Era difícil para ella pronunciar las palabras, pues pensaba que con su regreso el pasado volvería a revivir y él le abriría los brazos del amor, pero solo encontró un rostro sorprendido y unos ojos completamente apagados y sin el brillo que dejó.—Debes darle tiempo, hija. Él quizás está asombrado por el reencuentro.Sin medir palabras ni mucho menos pensar, Claudia fue directo al grano, pues el rostro hostil y enojado de Emilia le dejaron claro que podía tener malas intenciones.—No pasaron
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