Ana se encontraba en los brazos de Mario. Él hablaba con ella con tal intimidad, algo a lo que ella aún no se acostumbraba. Girando ligeramente su rostro, dijo: —Sí, el abogado Romero acaba de irse.Quería continuar empacando, pero Mario la rodeaba con sus brazos, acariciando lentamente su cuerpo sin ninguna prisa ni aparente deseo, como si solo estuviera matando el tiempo. Ana, tras años de matrimonio, conocía bien su naturaleza. No luchó, permitiendo su toque. Después de un rato, Mario finalmente se detuvo:—¿De qué hablaron?Ana respondió con voz tenue: —De las acciones y el juicio.Mario esperó, pero ella no mencionó a Leo ni el interés de él hacia ella. Su mirada se profundizó, observándola largo rato. Mario no reveló nada, cambiando de tema: —Por cierto, le pedí a Gloria que buscara un apartamento para ti, en un buen barrio. Creo que es perfecto para tu padre y Carmen. Mañana vamos a verlo, ¿de acuerdo?Él parecía considerado, pero Ana no se conmovió. Ella conocía demasiado
Leer más