Pero al final, Luis no continuó.Se tumbó a su lado, acurrucándose junto a su frágil cuerpo, su voz llegaba desde el costado, ronca y casi sumisa:—Dulci, ¿podemos empezar de nuevo? No volveré a dejarte, no habrá nadie más, te dedicaré todo mi corazón. Todo lo que deseabas y amabas en tu juventud, te lo daré.—No me dejes, solo no me dejes.Dulcinea escuchaba, confundida…Decía que empezarían de nuevo, qué chiste, ¿cómo podrían empezar de nuevo?¡Nunca habían comenzado!Entre ellos solo había mentiras, engaños, y su amor juvenil no correspondido.Dulcinea yacía plana en la cama del hospital, su ropa estaba medio abierta, revelando su cuerpo extremadamente delgado, pálido bajo la luz, mostrando una frágil belleza.Quería cubrirse, pero no tenía fuerzas.Inútil.Sus ojos negros, desprovistos de vida, murmuraban:—La primavera pasó… el verano también está por terminar, en dos otoños, Leonardo debería empezar la escuela. Escuela… escuela… yo también debería haber continuado mis estudios.—
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