Ana estaba atrapada en sus brazos.Mario la había acorralado, dejándola sin opciones. Una sensación secreta y desconocida invadía su cuerpo, haciéndola sentir no solo miedo, sino también vergüenza por admitirlo.Ella también era una mujer, también tenía necesidades normales de una mujer, y más aún cuando se enfrentaba a un hombre tan guapo y peligroso como él.Ella luchaba en su interior contra él.Pero no podía engañarse a sí misma, en ese momento, lo deseaba.Decisión tomada, en un instante.Mario volvió a acariciar su cuerpo y, en medio de sus gritos, lloraba:—¡No! ¡No quiero! Señor Lewis, déjame en paz...De repente, se cubrió el rostro llorando.No ocultó su cuerpo, simplemente se sentó debajo de la luz amarilla, sobre el modesto escritorio, donde aún quedaban rastros de su deseo, pero ella no le prestaba atención, solo quería que Mario la dejara en paz.Entre sollozos, murmuraba, diciendo que el señor Lewis no necesitaba mujeres, pero ella solo quería encontrar a sus seres queri
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