Cuando cayó la noche, las calles de Ciudad de México se llenaron poco a poco de luces de neón.Diana salió bastante furiosa del conjunto residencial y caminó sin rumbo fijo durante quién sabe cuánto tiempo. Finalmente, agotada, se detuvo al borde de la acera. Al recordar cómo la familia Palacios la había ridiculizado esa tarde, y que su madre, sin vergüenza alguna, había ido a buscar a Valentín, su enojo aumentó aún más. Ambas situaciones se mezclaban en su mente, haciéndola sentir cada vez más enfadada y confusa, hasta que, en un arrebato, le dio una feroz patada a un árbol cercano.No sabía cuántos problemas le había causado ya la imprudencia de su madre.De repente, un pito sonó a su lado. Al levantar la vista, vio un auto negro que se detenía lentamente junto a ella. La ventana trasera se bajó, revelando un rostro sombrío y serio.¿Valentín?Diana se quedó asombrada.Valentín la miró un instante y, con voz calmada y suave, dijo:—¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí afuera a estas horas, des
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