La noche caía.Valentín acababa de salir de una reunión y regresaba a su oficina. Apenas dejó su teléfono sobre la mesa cuando recibió un mensaje anónimo, que contenía solo una foto.—Jefe, aquí está el resumen de la reunión de hoy, usted... —Luis no terminó la frase al notar que la expresión de Valentín no era la habitual—. Jefe, ¿qué sucede?Valentín dejó a un lado el teléfono, mostrando la pantalla con una imagen. Luis, intrigado, se acercó chismoso para echar un vistazo y vio que la foto mostraba a dos personas cenando en un restaurante de comida occidental: una era Diana y el otro era José, justamente el abogado que había ayudado a Diana en su juicio.—¿No son la señorita Diana y José?Luis apenas pronunció esas palabras cuando se dio cuenta de la tensión en el ambiente y se calló de golpe, observando con cautela la expresión sombría de Valentín.—Jefe, es solo una cena... Tal vez la señorita Diana necesitaba consultar a José por algún asunto legal.Que alguien se atreviera a acer
—¿Luis? —Diana lo vio de inmediato en la caja, pagando la cuenta—. ¿Tú también viniste a comer aquí?Luis esbozó una sonrisa forzada, sin poder ocultar en ese momento su incomodidad.—Señorita Diana.Instintivamente, Diana miró detrás de Luis.—¿El señor Valentín también vino?—Oh no, el señor Valentín no está, vine solo a comer.Diana se relajó al escuchar eso y sonrió:—Qué coincidencia encontrarnos aquí para comer.Luis contestó cortésmente y saludó a alguien detrás de Diana.—José.José respondió muy cortés al saludo.Los tres salieron juntos del restaurante.Luis dijo:—A esta hora es muy difícil encontrar un taxi, señorita Diana. ¿Va a regresar a la zona de comercio? Yo también voy por allá, puedo llevarla.José, sin embargo, lo interrumpió al instante.—No es necesario, yo puedo llevar a Diana a su casa.—Pero tú vives en el oeste de la ciudad, ¿no? Eso te queda lejos y no es de camino. No hace falta que te preocupes.—Parece que sabes muchas cosas ¿verdad?... No importa si es d
Las cejas de Valentín se alzaron ligeramente.—Señor Valentín, la señorita Diana no quiso regresar a casa, insistió en que la trajera.Luis estaba de pie detrás de Diana, luciendo como un obediente subordinado, con una expresión de profunda preocupación, temiendo que Valentín lo reprendiera.Valentín levantó con suavidad la mano y dijo en un tono muy tranquilo:—Perfecto, ven a acompañarme a tomar un café.Diana bastante seria avanzó unos pasos.—¿No piensas explicarme por qué tu asistente apareció justo en el lugar donde estaba comiendo?Luis, que estaba detrás de ella, salió en completo silencio, cerrando la puerta con cuidado.—Si te digo que fue una simple coincidencia, ¿me crees?—¡Por supuesto que no! —Diana agarró con rabia su bolso, y si no fuera porque aún mantenía algo de compostura, realmente habría querido arrojárselo a la cara—. Esta no es la primera vez que me sigues. ¿Sabes muy bien lo que estás haciendo?—¿La última vez cuándo fue?—¡En el restaurante japonés! ¿Ya lo ol
En medio de la pelea, el lazo del escote de Diana se aflojó, dejando al descubierto parte de su suave busto.La temperatura en la habitación pareció elevarse varios grados de golpe. La mirada de Valentín se tornó instantáneamente ardiente, y apretó con fuerza la muñeca de la mujer, mientras la distancia entre sus atractivos rostros se acortaba cada vez más.Diana, angustiada, giró la cabeza y cerró temerosa los ojos para evitar su rostro.El beso cayó en su lóbulo de la oreja, y un leve frescor hizo que Valentín recobrara al instante la compostura. Al ver la expresión tensa e incómoda de Diana, frunció seriamente el ceño, la soltó y se incorporó.Al sentir de pronto la ligereza en su cuerpo, Diana con agilidad se movió hacia un lado.El ambiente se tornó aún más sombrío. Valentín se inclinó un poco para servir una taza de café y, con voz calma, dijo:—No quieres casarte conmigo ahora. Puedo esperar, pero no demasiado.Diana se quedó perpleja.La taza fue empujada con delicadeza hacia
—Lo que tuve con ella solo fue un simple juego. No se puede comparar contigo.—Pero ya estamos divorciados.—Si tú quieres, podemos casarnos de nuevo en cualquier momento, de verdad. —Temiendo que Diana tuviera reservas al respecto, Manuel añadió apresurado—: Sé que viviendo con mi madre y mi hermana siempre sufriste mucho. Si nos volvemos a casar, nos mudaremos a un lugar solo para nosotros, ¿te parece bien?Mientras hablaba, tomó con delicadeza la mano de Diana, con una mirada cargada de una falsa intensidad, igual que cuando le pidió matrimonio hace tres años.—Diana, realmente te amo.Diana dejó que él sostuviera su mano y fingiera un amor profundo y sincero. Lo observó de arriba abajo, examinándolo minuciosamente.En ese momento, no podía recordar qué fue lo que la atrajo de él en un principio, cómo fue que se quedó atrapada en ese matrimonio durante tantos años con un inútil como él y con la familia Martínez, que estaba al borde de la quiebra total.—Manuel, ¿sabes qué? Escuchar
—¿Qué secreto?Las comisuras de los labios de Diana se curvaron con malicia. —Antes de que nos divorciáramos, te traicioné.Manuel se quedó estupefacto. —¿Qué fue lo que dijiste? —¿No decías que habías visto de todo en este negocio? ¿Por qué te sorprende tanto cuando te pasa a ti?—¿Qué dijiste? ¡Repítelo! —Manuel, furioso, agarró la mano de Diana con fuerza—. ¿Cuándo pasó eso?Diana no esperaba que Manuel se atreviera a ponerle la mano encima y sobre todo con fuerza. —¡Suéltame!—¿Soltarte? ¡Maldita zorra! —La ira de Manuel hervía en su interior, su rostro se puso rojo de la ira, y de un empujon lanzo a Diana contra la pared y le agarró el cuello—. ¿Cómo te atreviste a salir con otros tipos y aún así pedirme dividir la mitad de mi fortuna?Diana cacheteo el rostro de Manuel, pero no tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a él.Justo cuando sentía que se quedaba sin aire, las puertas del elevador se abrieron de repente, y una figura salió corriendo. Al ver la escena, sin d
El puño de Valentín tenía la piel desgarrada y aún sangraba, claramente herido durante la pelea con Manuel. Diana, alarmada, exclamó angustiada:—Creo que tenemos medicinas en casa.Dicho esto, se levantó apresurada y fue al dormitorio a buscar el botiquín.Valentín quiso detenerla, decirle que no hacía falta, pero al verla tan preocupada y ansiosa, por alguna razón, decidió mejor guardar silencio.—El botiquín lo trajeron Luis y Karina la última vez, con algunos medicamentos de emergencia. Debería haber allí yodo y gasas para desinfectar. —Diana murmuraba mientras abría el botiquín, y al encontrar lo necesario, tomó con cuidado la mano de Valentín—. La piel está abierta, ten un poco de paciencia.Con la cabeza agachada, Diana concentrada desinfectaba cuidadosamente la herida con un hisopo impregnado de yodo, sin darse cuenta de que el hombre frente a ella la observaba, y que la indiferencia en su mirada comenzaba poco a poco a desvanecerse.Mientras ella continuaba, se escuchó un suav
—¿Qué es lo que está pasando?Frente a los policías, Diana y los otros tres estaban sentados en una fila. Aparte de Luis, los otros tres tenían identidades un tanto especiales, especialmente Valentín, por lo que era mejor que este asunto no se complicara demasiado y se resolviera de la manera más discreta posible. Diana dijo con firmeza: —Esto fue solo un malentendido. —¿Malentendido? —el policía señaló a Manuel, cuya cara estaba hinchada y sangrando—. ¿A esto le llama malentendido? —¿Y tú qué opinas? —Diana no se apresuró a defenderse, sino que lanzó una mirada profunda a Manuel—. Señor Manuel. Manuel, cubriéndose cuidadosamente el ojo, se quedó perplejo. Aunque no estaba conforme, no tuvo más remedio que admitir: —Sí, fue solo un malentendido, estábamos simplemente jugando. Como la víctima no quería presentar cargos al respecto, los policías tampoco podían indagar mucho más. —Esto cuenta como alteración del orden público. Esta vez les daremos una advertencia verbal.