Risto se encargo de acompañar a la joven loba, no dijo palabra alguna luego de prometerle conseguir la justicia que tanto soñaba, solo la abrazo, sin importarle que la loba mojara su pecho, acaricio la delgada espalda, y respiro su aroma, para mantener a su lobo tranquilo, no le gustaba verla de ese modo, pero sabia que Abigail necesitaba llorar, gritar, y hablar, era fundamental para su recuperación y él la acompañaría, hablaría cuando fuera necesario, escucharía aunque eso lo torturara, pero sobre todo, la acompañaría por siempre, y aunque consiguiera el perdón de su compañera, conseguir el propio sabía que sería imposible.— Risto. — murmuro aun pegada en su pecho, luego de casi una hora.— Dime. — se lo oía tan complaciente, como si fuera un esclavo, un cachorro esperando la orden de su ama.— ¿Puedes quedarte conmigo? — el Alpha respiro con fuerza, mientras aferraba aún más a la joven.— Siempre mi luna, siempre que tú quieras. — prometió con solemnidad.—Gracias.— No tienes por
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