Helene dio un paso atrás, y el hombre frente a ella dio otro al frente. Era tan alto y fuerte que la pobre joven no tendría ninguna oportunidad contra él, así que no tenía más remedio que tratar de correr, pero estaban muy cerca, si el hombre estiraba la mano lograría agarrarla. Dio otro paso atrás, pero él sonrió con malicia cuando recortó la distancia que los separaba. — Yo no vi nada — dijo, la voz le tembló — le juro que no vi nada, no diré nada. — Mi compañero tiene razón, los muertos guardan secretos. Helene apretó el cuarzo que le colgaba del cuello, era el de la suerte, uno de los que le habían salvado la vida a su hermano Oliver y recurría a él en momentos como esos. — Ya le dije que yo no diré nada, solo déjeme en paz — el moreno miró alrededor, la calle estaba casi vacía, muy pocas personas apenas si estaban a la vista. Estaba sola. — Lamento decepcionarte, pero no creo en tu palabra, nuestro jefe es un hombre paranoico. Helene respiró profundo para que no s
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