Liliana escribió una carta, la puso sobre la mesa de noche para que al despertar él la viera. Tomó algo de dinero, tomó una valija con ropa, estaba por salir, pero se detuvo, su corazón se sentía tan pesado, las lágrimas estaban en su rostro, se sentía rota. Mirò a Demian tendido en la cama, se acercò a él, sus dedos largos, delgados, delinearon su perfil, dolía dejarlo ir, dolía como todo se había arruinado. —Te amo, Demian, pero debo alejarme de ti, me mentiste, y lo peor, eres un… asesino… ¿Cuándo tardaré en convertirme en tu víctima? ¿Cuánto tardaré en ver a Carlitos convertido en lo malo que tu eres? Me dueles, porque te amo, sí, te metiste en mi corazón con una sucia, cruel trampa, pero no puedo negarlo, te amo, no sé si mi mente pueda olvidarte, tal vez te ame por siempre, eso no significa que me quedaré, debiste saberlo. Liliana salió de ahí, cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido. Caminó hasta la alcoba de Carlitos, tomó la mochila ya lista, lo despertó, pero él se
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