ECOS DEL PASADO. Zade se paró frente a la tumba de su padre, una figura solitaria contra el cielo crepuscular. La manada ‘Lobos Salvajes’ lo rodeaba en un silencio expectante, sus ojos fijos en la silueta de quien ahora era su líder. En la quietud del bosque, la tensión del nuevo Alfa era casi palpable, su cuerpo como un arco tenso a punto de liberar una flecha. Con la mirada fija en la fría lápida, Zade dejó que las emociones que había contenido se derramaran en sus palabras, su voz, un gruñido que se intensificaba con cada confesión. ―Siempre deseé ser yo quien te hiciera pagar por lo que le hiciste a ella, a mi madre. Cargaste con la culpa de su muerte y ahora te has ido sin enfrentar la justicia que merecías. La soledad era su única compañía, y con ella, los recuerdos afloraban, crudos y despiadados, como las garras de un pasado que se negaba a soltarlo. Cerró los ojos y, como si fuera ayer, recordó aquel día fatídico que había marcado su vida para siempre. Era apenas un niño,
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