Sabrina, desdeñosa, le siseó —¡Hijo de puta!Tenía ganas de matarlo. —¡Sube al auto! —Le ordenó abriéndole la puerta.Sabrina se subió de mala gana.Francisco, conducía, pero de vez en cuando, miraba con curiosidad a Sabrina que iba con los ojos cerrados. —Sabrina, ¿Cuántas identidades escondes? — Preguntó repentinamente.Es Isabel, la hija mayor de la familia Suárez, y es también la Reina Suis, campeona del boxeo. Sabrina abrió los ojos y, sonriendo, le dijo —¡Adivina!—Cuando quieras decírmelo, estaré para oírte. Ella frunció los labios y siguió abstracta.Al llegar a la mansión, ya casi amanecía.La lastimadura de Sabrina volvió sangrar, lo envolvió de nuevo y se tomó dos pastillas antiinflamatorias.Luego del desayuno, ya que no tenía nada que hacer, prendió la televisión y justo vio la entrevista entre Melisa Suárez y Joaquín Díaz.El periodista — Señorita Suárez, señor Diaz, se dice desde ya que, después del matrimonio, ambas empresas estarán más estrechas. ¡Pod
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