Hades se aferraba a Macarena, su mano apretaba la de la morena y esta a su vez la mejilla del afamado asesino, quien sentía su corazón latir a un ritmo frenético, era miedo, dolor, era la perdida que sabría llegaría a su vida una vez más, pero ahora estaba seguro que no podría sobrevivir, ya no, no se pondría de pie, dejaría que la muerte lo encontrara, solo, tendido en algún lugar, porque sabía que sin Macarena, ya no podría vivir, y aunque la idea de su padre bailaba en su mente una y otra vez, claro que no lo haría, no secuestraria a la persona que amaba.— No me dejes, no lo hagas Maca, por favor… — la morena veía las lágrimas caer de sus celestes ojos, esos que siempre brillaban cuando la veían, más aquella noche, y aunque hace unos minutos no pudo ver sus ojos con la atención que ella deseaba, estaba segura de que su brillo no había disminuido, pero ahora, solo veía oscuridad, no como cuando Hades se enojaba, era una oscuridad distinta, fúnebre. — Fue un accidente, tus padres… n
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