Todos los capítulos de Traicionada el día de su boda - El trato: Capítulo 91 - Capítulo 100
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Ya se lo he dicho... Ahora vámonos.
Madson Reese no había salido de su habitación desde su sangrienta discusión con Lady Lucy. Y al aislarse en aquella habitación con sus hijos muy pequeños, había despertado la curiosidad y la sospecha de Cesare Santorini. Y a pesar del parecido entre las mujeres, él ya no podía imaginar que ella fuera realmente Madson. En cualquier caso, le preocupaba que ella se marchara y le dejara allí, sin su presencia y sin los bebés.Aquella mezcla de sentimientos le hacía sentirse fatal, y era plenamente consciente de que no podría soportar estar lejos de ellos ni un solo día. Durante unas horas al día, acababa reprochándose la promesa que le había hecho a Madson. Sabía que la amaba, y también sabía que no quería a nadie más que a ella, y, sin embargo, quería a los niños. Y cómo podía explicarse a sí mismo que sentía lo mismo por Verona que por Madson. Esa confusión le hacía creer que estaba mezclando sus sentimientos. Y no sería correcto usarla para reemplazar a alguien que ya se había ido. –
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Suéltame, Cesare
Como la primera vez, Madson se sentía incómoda en una fiesta en la que los invitados no eran sus amigos y por eso aún no había bajado. Pero después de mucho pensar frente al espejo, decidió que pondría fin a todo aquello. Necesitaba poner fin a toda aquella farsa, y aún más necesitaba averiguar quién había intentado matarla. Así que la mujer se dirigió al armario y analizó los elegantes vestidos que la modista había preparado exclusivamente para ella cuando aún se encontraba en la nostálgica Italia. No había nada que le recordara a la mujer que solía ser, pero el par de guantes podría haber sido suficiente para recordarle cómo tenía que volver a ser. Así que se los puso y se dejó el pelo suelto y libre como una salvaje, aunque perfectamente alineado. Se miró al espejo y sopesó la posibilidad de maquillarse intensamente, pero al final optó por algo ligero y sereno, como solía hacer antes de adoptar la personalidad de otra mujer.Luego giró el cuerpo y respiró hondo y largamente, sinti
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¿No vas a responder? ¿Quieres hacerte el superior?
Cesare se preguntó cómo era posible que aquella mujer que tenía delante fuera tan cansina. ¿Cómo podía librarse de un problema que él mismo se había buscado? Aunque se sentía incómodo con la presencia de Sara Reese en la fiesta de Verona, su atención no estaba en ella. No podía concentrarse en otra cosa que no fuera el hecho de que Verona se había disfrazado a propósito de su difunta esposa. ¿A qué clase de juego estaba jugando con esa actitud? Sin pensar con claridad, abandonó a Sara Reese sin echarla de casa para acercarse a Verona, que también parecía nerviosa.Observó a la mujer desde lejos, y la forma en que su madre las miraba a ambas le alarmó. Parecía que Lady Lucy no quería que se conocieran. Así que se apresuró hacia ella, pero fue interrumpido por el viejo cuidador de la granja.El hombre lo saludó como si mereciera estar allí, en medio de gente selecta y todo aquel lujo, pero Cesare hizo caso omiso de la mano que colgaba en el aire y lo miró con cierto asco, como si fuera
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¿Por qué, Madson?
Los pies del hombre se detuvieron frente a la hermosa joven que tocaba el piano con gracia, aunque el corazón le dolía tanto como su rostro podía mostrar.Cerró los ojos y tocó la música mientras sentía la mirada del juicio arder en su suave piel, pero no se atrevió a mirar a Cesare Santorini a su lado, tan paralizado como imaginaba que se quedaría cuando supiera la verdad. No quería revelarla así, pero no había otra opción, porque sabía que, intentara lo que intentara, lady Lucy la detendría. Lo cierto era que la pobre mujer había vivido toda su vida rodeada de monstruosos secretos que la habían convertido en la joven que no solía expresarse. Tal vez el hecho de que intentara aguantar todo lo que el mundo le echaba encima era la causa de todos los problemas a los que se enfrentaba en la vida. Tal vez si hubiera protestado desde el principio y demostrado que su corazón no era de hielo, las cosas habrían sido diferentes.Las lágrimas corrían por el delicado rostro que expresaba la tris
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Mamá, ¿qué has hecho?
Cesare y Madson se quedaron quietos, mirándose durante un rato. Ella transmitía certeza y dolor en su mirada, y él parecía tan sorprendido como decepcionado por recibir aquella afirmación de forma tan tajante.– ¿Qué has dicho? ¿Qué has dicho? – Su voz tenía un timbre tan fuerte que era casi inaudible por el dolor que él sintió cuando ella reveló aquellas palabras.– Me mataste, Cesare Santorini, y no necesitas que te lo repita. Sabes exactamente lo que hiciste aquel día.– ¿Por qué? – no pudo completar la pregunta. Le ardía la garganta por el nudo que se le había formado e intentaba con todas sus fuerzas impedir que las lágrimas siguieran brotando. – ¿Por qué me crees capaz de semejante monstruosidad?La mujer se sintió tan estremecida como él. Había un dolor en su alma que transmitía a través de sus ojos que solo ella podía conocer, porque también había sufrido más de lo que creía poder soportar. – No tienes que mentir más. Lo he oído todo.– ¿Lo oíste? ¿Qué has oído? Lo que oíste,
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¡Porque eso sería una abominación!
Lady Lucy sintió que el ataque de ansiedad le afectaba primero a los pulmones y, aunque la gente la interrogaba al mismo tiempo, no podía oír con precisión. Veía borroso y su corazón latía tan deprisa que le faltaba la oxigenación necesaria. Así que trató de concentrarse en la discusión de fondo. Y mientras miraba a la gente que seguía en la sala, vio a Sara Reese bebiendo un vaso de vino blanco como si estuviera viendo el mejor entretenimiento de su vida.Una lágrima de culpabilidad brotó de los ojos de la mujer mayor, aunque no permitió que escapara de su mejilla. Entonces se encaró con Madson Reese y se dio cuenta de que se temía lo peor. Pero no había forma de escapar a esa verdad.– ¿Me has traicionado? ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste engañarme durante tanto tiempo?– Cariño, perdóname, nunca quise que esto sucediera.– ¿Cómo pudiste no hacerlo? ¿Tanto me odias, mamá? – preguntó Cesare, dejando salir toda su indignación. Sabía que se había parecido a su padre más de lo
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Vete. Fuera de mi casa.
Lady Lucy estaba preocupada y, tras un gran esfuerzo, consiguió arrastrar a Madson Reese hasta el sofá, dejándola totalmente desorientada. Se asomó y vio a la mujer sonriendo de felicidad al descubrir que su futuro había cambiado tan repentinamente, y para la pobre dama, que había albergado aquel rencor durante tanto tiempo, parecía como si una pesadilla se convirtiera en la cruel realidad que tanto había intentado evitar.Sara Reese levantó una copa mientras desfilaba por la habitación, analizando la decoración que imaginaba que cambiaría con la fortuna que por derecho le pertenecía. Y entonces miró a su hermana, sintiéndose de nuevo superior. Incluso pensó en arrepentirse, pero no podía, por mucho que lo intentara. La verdad era que le gustaba ser mala. Le gustaba presumir ante los hombres y ser el centro de atención, y el hecho de haberse acostado con su propio hermano no le parecía tan mal después de tantos años, creyendo que se acostaba con su propio padre. Así que se encogió de
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Eres una mentirosa.
– ¿De qué te ríes, imbécil?Sara Reese se sintió ofendida por la forma de reír de Madson Reese, pero nada intimidaba a Madson, seguía riendo tanto que por un momento olvidó sus ganas de llorar y sustituyó sus lágrimas por el agotamiento de una barriga que ya no soportaba reír tanto, por lo que se convirtió en una mujer inquieta y confusa.– ¿Tú? ¿Un Santorini?– ¿De qué te ríes? Si crees que me importa haberme acostado con mi hermano, que sepas que lo volvería a hacer. Lo volvería a hacer si eso es lo que hace falta para que pierdas al hombre que amas. Lo haría solo por el placer de destruir tu vida.– Eres muy graciosa, Sara. Realmente no me había dado cuenta de que aún podías sorprenderme a estas alturas de nuestras vidas. Siempre has sido muy fantasiosa.– ¿De qué estás hablando?– No eres la hija de Santorini. Nunca has sido ni serás una Santorini de verdad.Intentó mantener la sonrisa en su rostro, pero la expresión de miedo se apoderó rápidamente de las preocupadas facciones de
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Está bien. Me lo merezco. Me lo merezco.
El estridente grito resonó en las paredes de la mansión, que ya había sido testigo de todo tipo de tragedias y revelaciones de aquella familia, que distaba mucho de ser aburrida. Lady Lucy parecía tan desesperada que alarmó a Madson Reese en el piso de abajo, y rápidamente corrió hacia las escaleras y subió por ellas tan rápido como pudo.Y aunque la joven trató de imaginar varios escenarios de lo que podría haber ocurrido, no previó que acabaría divisando algo tan espantoso como lo que vio. Entonces se detuvo frente a aquella habitación, notando que había un rastro de sangre. La mujer se temió lo peor. Temía perder a quien amaba. Y su mente vagó hacia el pensamiento más profundo. ¿Había matado a su propia madre por el odio que sentía porque le había mentido durante tantos años? No, no podía creerlo. Cesare no era así. Cesare no... no, no...Intentando concentrarse en el espectáculo digno de una película de terror, entró en la habitación y vio una bañera cuya agua había sido teñida de
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Aurora Beatrice Reese
Sus ojos se abrieron lentamente, y subió las escaleras de aquella mansión, sintiendo su corazón tan desgarrado de una forma que había creído imposible hasta aquel momento. Hasta el día anterior.Habían dejado a los niños al cuidado de las agotadas niñeras tras otro día de sobrecarga, porque su madre se sentía demasiado débil para hacer frente a todo. Pero lo cierto era que Madson Reese se negaba a verlos. Para ella, el hombre no podía soportar la presión de ser engañado como lo había hecho con ella, y aunque pensaba que se merecía todo el castigo, no podía evitar culparse a sí misma. ¿Cómo explicar a sus hijos que les había privado de su padre? ¿Cómo decirles que Cesare había cometido el peor de los pecados?Al llegar al segundo piso de la mansión, no sabía adónde dirigirse y sus ojos claros vagaron hacia la puerta del dormitorio de la pareja, pero recordó el momento en que lo vio con Sara Reese, la chica rechazada que le había robado su infancia, su vida e incluso a su marido. Entonc
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