Maddie se quedó en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ¿acaso estaba soñando? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que debía de aprovechar la oportunidad, porque tal vez nunca volvería a pasar, por lo que correspondió al beso con fuerza, con ese que sabía que sentía por él. Ninguno de los dos podía describir lo que en ese momento estaban sintiendo. Milo nunca en su vida había sentido unos labios tan suaves y un sabor tan exquisito, no quería ni imaginarse cómo sería probar otras partes de ella, sus otros labios, imaginarselo lo excito demasiado, y con un gruñido de animal, se alejó de ella. La observó jadeante y aún con los ojos cerrados, era una maldita tentación, Milo retrocedió unos pasos, aún respiraba con dificultad, Madison al sentir que él se alejaba, abrió los ojos. Ella no pudo evitar sentirse mal, y él lo notó por lo que respiró profundo y volvió a acercarse. —Lo lamento, no debí hacer eso, no lo mereces Maddie, eres única y especial, y yo soy un hombre atado. —
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