—Muy bien, lo han hecho muy bien.Los aplausos y la algarabía, más las risas, no se hacían esperar cada vez que la maestra Sullivan explicaba lo que había en la pizarra acrílica.—Ok, ok, ok. Ahora, presten atención. ¿Cuál es la letra que viene? A ver.Sofía sonreía abiertamente, mirando las caritas de todos sus alumnos.—Parece una… ¿ene?—Mmm… ¿Es una pregunta, o es una afirmación? —le dijo a la niña que acababa de intervenir, quien se echó a reír con sus mejillas sonrojadas—. A ver, ¿quién ha visto esta…? —Dibujó la letra mucho más grande, parecía una linda caricatura—. Esta letra de acá —miró a la niña, señalando la pizarra con el rotulador—, que es muy parecida a la ene, así es. ¿Quién me dice cómo se llama esta letra?Miró a todos, nadie decía nada.De pronto, Sofía sintió que algo se movía a un lado de la puerta. Miró hasta allí y su sonrisa amainó.—¡EÑE! Es una eñe, profesora —saltó Jack Patterson, el sobrino del detective Raymond St. Jhon, muy animado, seguro de lo que decía
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