Adriano se acomodó sobre la joven y se inclinó sobre su cuello besando despacio y haciendo un camino delicioso de besos desde el cuello hasta abajo, dejando a cada contacto un estremecimiento genuino y único en la piel de mármol de la hermosa joven. Su cuerpo de guitarra lo llamaba a disfrutar de él, sobre todo por el cambio de actitud de la novicia al entregarse por completo a probar de las delicias de la carnalidad, mientras él mordía suavemente sus pezo*nes haciéndola estremecer y mover sus caderas en una desesperada búsqueda de más. — ¡Ah! — Ella gimió y él se endureció aún más, aguantando para no irse de las primeras y comportarse como un perfecto idiota, no era esa la impresión que quería dejar en ella, primero le daría placer, mucho, y no era algo que le molestara en absoluto, le gustaba hacerlo, lo hacía sentir bien, pleno, todo un hombre, así que la llevaría a la gloria. Siguió bajando con los labios pegados a la piel del torso de Angelina, surcando sus montañas y sus valle
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