Leonardo tomó su celular con una chispa de expectación en los ojos, pero cuando leyó el nombre en la pantalla, la decepción se apoderó enseguida de su rostro.Era Matilda quien llamaba, y tan pronto como se conectó, llegó su voz que llevaba un tono alegre: —Leo, se acerca el cumpleaños de mi abuelo. Mis padres me pidieron que entregara las invitaciones. ¿Estás libre más tarde? Casualmente pasaré por el Grupo Ramos. Pienso darte la invitación y luego almorzamos juntos, ¿sí?Leonardo respondió en tono plano: —De acuerdo.—Perfecto, entonces te veré más tarde.Después de colgar, la irritación en el corazón de Leonardo no sólo no disminuyó en lo más mínimo, sino que se sentía algo deprimido, lo que le dificultaba más concentrarse en su trabajo.Nunca imaginó que Natalie se mostrara tan decidida esta vez, ¡que se negaba a conectarlo!Toc, toc, toc...En ese momento, llamaron a la puerta. Carlos entró con un documento y declaró con expresión grave: —Señor Ramos, acabo de recibir información.
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