Finalmente, la anciana matriarca habló de nuevo. —Que sea como dices, Alessandro. Pero que esta paz sea mantenida con honor—, dijo. Las familias acordaron dejar atrás la violencia y trabajar juntas para el bienestar de Nápoles. Alessandro y Enzo, como los catalizadores de este cambio, fueron tratados con un nuevo respeto. Enzo se acercó a su amigo y colocó una mano en su hombro. —Lo logramos, hermano—, dijo con una sonrisa. Alessandro sonrió a su amigo, mientras mentalmente se decía —Por ahora— él conocía bien como eran las familias en Nápoles, y siempre las comparaban con un fósforo, que en cualquier momento podía encenderse. Solo regaba que esa paz, durara bastante antes de que algún otro loco quisiera ser el próximo Carlos Romano. —Ahora solo queda una cosa por hacer—respondió Alessandro, pensando en Valentina y en lo preocupada que debía estar. Con su corazón lleno de esperanza, fue a ver a Valentina. La encontró en un balcón, mirando a lo lejos. Ella estaba nerviosa, lo espera
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