ISABELLA RODRÍGUEZCuando Gabriel regresó en la noche, corrí hacia la puerta, preocupada por creerlo herido. Había salido en busca de María y sabía que la zona a la que se dirigía era la misma que Ramírez había estado vigilando, incluso temía que Celeste hubiera inspeccionado el despacho de Gabriel y encontrado de esa forma el sitio. Mis pasos se clavaron al piso en cuanto lo vi. Parecía estar íntegro, pero su rostro era una mueca de confusión y sus ojos me veían como si fueran los de un niño que espera un regaño. Cubierta por su abrigo, se encontraba una niña de cabellos negros y ojos azules, era notorio el parecido con Celeste, y por supuesto, conmigo. ¿No era obvio? era mi sobrina, y parecía un cachorro asustado y tembloroso.—¿Dónde está María? ¿Qué fue lo que ocurrió? —pregunté ansiosa, acercándome a Gabriel y tomando su rostro entre mis manos. Acariciando sus mejillas queriendo reconfortarlo, embargada por esa necesidad de protegerlo de alguna manera.—Solo se llevó un rasguño…
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