Por la mañana, Milenka lamentó haber llorado toda la noche. Tenía los ojos hinchados y no tenía nada con qué disimularlo: ni gafas, ni maquillaje. Optó por dejarse el pelo suelto para cubrir un poco su rostro. Al verse al espejo, se dio cuenta de que no le serviría de mucho, pero era su única opción. Tenía tiempo suficiente para llegar a la escuela, así que se apresuró a tomar sus cosas y dio sus rezos habituales de la mañana. «Hoy será un gran día», se animó a sí misma, y salió de la habitación con la intención de tomar algo rápido de comer. «Una manzana para el camino bastará». Se detuvo en seco al encontrarse con Itzam en la cocina. Este se encontraba bebiendo una taza de café mientras revisaba algo en su tablet. Estaba pulcramente vestido con un traje sastre negro, camisa del mismo color y sin corbata, con los primeros botones desabrochados, dejando ver parte de la blanquecina piel de su pecho. A Milenka casi le da un infarto al verlo. Sus sentimientos por él la traicionaron y,
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