ESTAMBUL. Nos tomamos la botella de champagne, esta vez yo tomo más que Pamela, quiero que sus sentidos se mantengan bien abiertos, no quiero que sienta ningún malestar, sólo la sensación excitante producto del alcohol, la quiero viva, la quiero con todo sus neuronas puestas en el momento del encuentro. —Amor, te amo. Su voz tan dulce embriaga mis sentidos, el sólo contacto de su piel tan tersa hace que mi cuerpo se estremezca de placer, pero esta vez quiero ser yo quien le brinde toda esa sensación placentera. En esta cama, en esta habitación, en mi país tengo a la mujer de mis sueños, a la mujer que me enamoró sólo con mirarla a través de un papel de fotografía. —Pamela te amo, eres mía, sólo mía. Ella como una gatita en celo, se pega más y más a mi piel, siento como sus manos suaves recorren mi espalda, dejo que sus manos jueguen con mi pecho, me enreda sus dedos en mis cabellos y sus labios húmedos recorren mi cuello. —Espera, vamos con cal
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