Me pongo en contacto con mi ginecóloga Ruth y, afortunadamente, tiene disponibilidad esta mañana, así que me está esperando. No me siento con ánimos de conducir, así que le doy las llaves a Tania para que ella conduzca, mientras le indico el camino hacia el consultorio de la doctora. El consultorio se encuentra a solo veinte minutos de distancia del apartamento, por lo que llegamos puntualmente a mi cita.— Señorita Rase... Oh, perdón, Señora Hamilton — corrige rápidamente la recepcionista, mostrando cierta vergüenza.— No te preocupes, Betty — respondo amablemente. Observo cómo acomoda algunos papeles en su escritorio para disipar su nerviosismo. — Además, no estoy aquí con mi esposo. — Le guiño el ojo y ella esboza una sonrisa.Mi mente se transporta a aquel día, cuando decidí acudir por primera vez al consultorio de la Dra. Ruth después de haberme casado con Adrien. Al entrar, fui recibida por la recepcionista, Betty, quien, acostumbrada a llamarme por mi apellido de soltera, me sa
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