Al día siguiente, cuando Sofía salió de su edificio, casi le da un infarto al ver el lujoso auto de su jefe esperando por ella en la entrada.—Buenos días señorita Sofía —la saludó el viejo y amable portero— su novio lleva un rato esperando por usted.—Cof…, cof…, cof.., ¿mi novio ha dicho? —preguntó con los ojos muy abiertos.—Sí, es lo que me dijo él, ¿no es así?Sofía no sabía qué responder. La idea de ser vista con su jefe como si fueran una pareja le resultaba incómoda. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el auto, empujó a su jefe dentro y se metió apresuradamente, cerrando la puerta con cuidado para evitar miradas indiscretas.—¿Señor, qué cree que está haciendo? —exclamó Sofía, tratando de controlar su respiración agitada.—Buenos días, Sofi. Mira, te traje el café como te gusta —dijo su jefe con una sonrisa mientras le entregaba un vaso de café caliente—. Somos novios, Sofi. Vendré a recogerte todos los días, es lo justo.Sofía se quedó sin palabras, sintiendo cómo el rubor
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