EL ENEMIGO ACECHA. En la gran mansión de Sebastián, el pequeño Rowan corría por el jardín en compañía de Niko. El alfa de pie en la puerta lo observaba con una sonrisa en los labios. ―Me encanta ver jugar a Rowan ―sus ojos brillaban mientras hablaba, la mujer a su lado descansó la cabeza en su hombro. ―Algún día serás un gran padre, Sebastián. La idea agitó el corazón del alfa. De repente, la niñera salió con algunas cosas y asintió al pasar a su lado. Sebastián la miró interesado. ―¿Qué eso? ―Son las cosas que necesitará el señorito, vamos al parque, señor. El alfa frunció las cejas y negó con la cabeza. ―No, hasta que yo lo decida, Rowan no puede salir de casa. Aunque la niñera estaba confundida, asintió con la cabeza. ―Sí, señor. ―Está bien, Marta. Puedes entretenerlo aquí en casa, sé que Rowan es demasiado inquieto, pero… es por su seguridad. ―No se preocupe, lo mantendré ocupado. El alfa y la mujer, a su lado, le dieron una última mirada al cachorro y se fueron. La ni
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