SACRIFICIO DE AMOR Y AMISTAD. La oscuridad de la caverna estaba rota por las estelas de fuego que se retorcían en el aire, como serpientes aladas envueltas en llamas. Sebastián y Tobías, con sus corazones latiendo al ritmo de un tambor de guerra, se adentraron en la guarida de las llamas Espectrales. El Ojo de Fenrir, un orbe centelleante de poder antiguo, pendía en el aire, vigilado por los danzantes guardianes de fuego etéreo. El calor era sofocante, como una marea que intentaba devorar su voluntad y fuerzas. Pero Sebastián, con su mirada fija en el premio, avanzó con determinación, mientras, Tobías, cuyos dedos danzaban sobre los componentes mágicos atados a su cinturón, murmuraba encantamientos preparatorios, su mente tan enfocada como la de su compañero. Las llamas Espectrales percibieron su presencia y, como un enjambre de cometas furiosos, se lanzaron hacia ellos. El primer embate fue como un golpe de un horno abrasador; el aire se llenó de un rugido ensordecedor mientras las
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