SE TERMINÓ. Sebastián estaba en la habitación de su mansión mirando con complicación a Erika. La mujer estaba hecha un mar de lágrimas, y el Alfa no sabía cómo proceder. ―Erika ―dijo en voz baja ―Conocías la naturaleza de nuestra relación, sabías que terminaría en cualquier momento. ―Sí, lo sé, pero no puedo resignarme, Sebastián ―sollozó la mujer ―No puedo. Sé que no querías más que sexo entre nosotros, pero… ¡Oh dios, te amo! ¡Te amo, Sebastián! Por favor, no me abandones, yo… yo te amo. El alfa sintió compasión por la mujer, pero por otro lado, no pensaba sacrificar su recién descubierta felicidad por ella. No había dejado de pensar en Rose desde que llegó, de hecho, estaba ansioso por regresar, para abrazarla, besarla, hacerla suya. En el fondo, Sebastián anhelaba volver con los suyos y comportarse como lo que era: un lobo. Estaba hastiado de vivir en el mundo humano, aunque este le había dado pequeñas satisfacciones. Había conocido a Erika en una negociación, de hecho, en el
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