Leila trato de ponerse de pie, pero pronto recordó que estaba desnuda, vio a su alrededor con vergüenza, tratando de encontrar algo con que cubrirse, pero cuando al fin vio su bata, las manos de su esposo la atraparon por la cintura.— ¿Piensas abandonarme? — Hafid solo bromeaba, pero Leila no lo comprendió.— Jamás te abandonaría Hafid, yo nunca me alejaría de ti por propia voluntad, debes creerme… — el pánico en la voz de la joven preocupó al jeque.— Tranquila, amor, solo estaba bromeando, mírame, Leila. — pidió al descubrir que su esposa tenía la cabeza gacha.— ¿Por qué te burlas de mí? — sus ojos estaban brillosos, pero también estaban rojos, estaba feliz, aunque también estaba conteniendo el llanto.— Perdóname, parece que solo arruino las cosas, mi sentido de
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