Miguel, desesperado, dejó caer los archivos que tenía en mano y se aprestó a salir corriendo, pero fue detenido por la llamada de Rodrigo: —¡Detente ahí!—¡Rodrigo, esta es nuestra última oportunidad! Si no retiramos la inversión ahora, ¡prepárate para enfrentar grandes pérdidas! —exclamó Miguel.Rodrigo frunció el ceño severamente y con un gesto decidido dijo: —Incluso así, no podemos traicionar a nadie en este momento.—Hermano, los negocios son negocios, y la moralidad es la moralidad. No puedes sacrificar un negocio por la moralidad —Miguel estaba casi desesperado.Rodrigo frunció las cejas con fiereza, agitó la mano y dijo en tono firme: —Ya he decidido, déjame decirte, si te atreves a retirar tu inversión, ¡no me culpes por no reconocer a tu como mi hermano!Viendo la determinación de Rodrigo, Miguel salió corriendo de la oficina, furioso.Rodrigo, de espaldas a la puerta, sacudió la cabeza con resignación.Aunque estuvieran perdiendo, no podían apuñalar a alguien por la espalda
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