Las palabras eran como si estuvieran a punto de señalar directamente en la nariz de Fabiola, acusándola de no tener educación y no ser digna de Benedicto.Fabiola, con un temperamento tranquilo, sonrió suavemente, su tono era cálido pero contenía un frío escalofriante: —Tía, las cosas aún no están claras, cuidado con sus palabras, podrían volverse en su contra.La madre de Silvia, precavida por la presencia de Benedicto y el padre de Benedicto, no se atrevió a ser demasiado atrevida.Pero no tenía en alta estima a Fabiola.Al ver que Fabiola se atrevía a contradecirla, se sintió humillada y perdió la paciencia: —¿Cómo que no está claro? El boceto de Silvia estaba en tu USB. He visto gente terca, pero como tú, nunca.En ese momento, Silvia, que había estado sollozando, habló débilmente: —Mamá, ese USB no es de ella.—Silvia, ¿cómo puedes defenderte a estas alturas...?—Mamá, ese USB es mío —murmuró Silvia, a punto de llorar de nuevo. —Lo descubrí cuando se filtró el boceto en la empresa
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