Selene estaba terminando de colocarse la camisa holgada, color blanco hueso, cuando Dimitri ingreso a la habitación. Al instante el alfa se quedo petrificado, totalmente anonadado ante la visión de la cazadora en su habitación.—Lo lamento, Dimitri, ya me iba—se apresuro a explicar ella, mientras pasaba una mano por su cabello con cierto nerviosismo.Dimitri cerró la puerta detrás de él, caminando por la habitación con gracia y elegancia, mientras fingía no estar observando a la cazadora con su mirada periférica. El la deseaba, la necesitaba tanto como al aire en sus pulmones.Pero Selene no era aire, ella era fuego para Dimitri. El alfa podría arder en los brazos de aquella mujer con mucho gusto si conseguía algo de paz a su lado.—No es necesario que te disculpes por nada, Selene—hablo el alfa, mientras se sentaba en un mullido sillón de cuero blanco—. Las puertas de mi cuarto estarán siempre abiertas para ti.Selene asintió, mientras comenzaba a ponerse de pie, preparándose para sa
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