Conforme me fui deshaciendo de sus prendas, él fue quitando la poca ropa que aún traía puesta dejándome solo en medias veladas. Nuestros besos se volvieron mucho más intensos tan pronto nuestras manos hacían contacto directo en la piel. Las suyas parecen ser de fuego, porque con cada roce me tiene ardiendo en el mismísimo infierno.Quedamos prácticamente desnudos, besándonos y acariciando todo a nuestro paso con lentitud y suavidad. A diferencia de la otra vez en el avión, ahora sí podemos perder más tiempo conociendo la piel del otro. Y eso hicimos, nos tocamos puntos sensibles, alargando el acto y el deseo de sentirnos a plenitud.No sé por qué me gusta tanto besarlo, pero ese roce, esa conexión y esa única intimidad que transmiten los besos, lo es todo para mí. Con un beso, un salir perfecto de alientos y una suavidad innegable de labios, los besos son mucho más íntimos que el mismo sexo.—Nunca me voy a cansar de decirte lo preciosa que eres, dulzura mía — descendió sus besos por
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