Todos los capítulos de Madre soltera conquista el corazón del CEO : Capítulo 81 - Capítulo 84
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Solo por qué te odio.
—¡Baja esa pistola! Sabes que si disparas, no saldrás vivo de aquí—, le sugirió Damián con calma fingida. Sin embargo, Darío, completamente desquiciado, negó con la cabeza. —¡Me da igual! —, le contestó, dejando estupefacto a Tadeo, quien lo miró con expresión desconcertada. —¿Qué? —, exclamó Tadeo, totalmente asombrado.—Me prometiste que estarías conmigo hasta la muerte—, la voz de Darío temblaba de rabia y resentimiento mientras seguía hablando, —espero que cumplas esa promesa porque nuestras vidas ya son un desastre. Luego, se volvió hacia Damián con la mirada llena de rencor. —¡Te odio! Siempre fuiste el mejor en todo, incluso desde el momento en que naciste. Me robaste el amor que nuestros padres deberían haberme dado. Lo único que quería cuando intenté quitarte la fortuna era compensar la miseria que viví bajo tu sombra. Papá siempre nos comparaba. Cuando te convertiste en el poderoso Damián Zadoglu, me celebró en la cara lo orgulloso que estaba de ti, mientras que a mí nun
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La gota que derramó el vaso.
El tiempo no parecía avanzar. Los días transcurrían con la lentitud de un caracol, los minutos se alargaban como horas, y cada segundo era una eternidad. Aylin llevaba veinte días dedicada casi por completo al cuidado de su marido. Su vida había cambiado radicalmente desde que fue atacado, y aunque la cirugía salió bien, Damián parecía disgustado, manteniéndose frío y en silencio.Ella no lo fastidiaba con preguntas, ya que claramente sentía que él necesitaba asimilar el enfrentamiento que tuvo con Darío. Estaba tan absorta que apenas había visitado la mansión. La clínica se había convertido en su hogar, su refugio, un lugar donde podía estar cerca de Damián, cuidarlo, amarlo y verlo luchar por su vida. Había dado prioridad a su papel de esposa y cuidadora por encima de su profesión como doctora. Lo alimentaba, lo ayudaba a moverse, a ducharse, a vestirse. Todo lo hacía ella.Ese día, había decidido tomar un breve descanso. Necesitaba un poco de tiempo para ella, un baño caliente para
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Porque solo yo elijo mi destino.
Kevin estaba sentado en su oficina, con la mirada fija en el ordenador, cuando unos suaves golpes en la puerta lo hicieron salir de su trance laboral. Alzó la cabeza y se encontró con Aylin, quien entró sonriendo. —Hola, Kevin —dijo ella.Frunció ligeramente el ceño, desconcertado, y parpadeó incrédulo al verla sonreír, ya que su semblante siempre mostraba tristeza y parecía desanimada, además de hablar muy poco. Pero eso ahora parecía ser cosa del pasado.—Aylin, si vienes a interrogarme para saber dónde está Damián, te aseguro que no tengo idea —aseveró él con voz pesada y cansada, anticipándose a un posible interrogatorio.Aylin negó con la cabeza.—No, no vengo a interrogarte por eso. Quiero que me acompañes a tomar algo —le propuso, haciendo que él la mirara con incredulidad.—¿A tomar algo? ¿Damián sabe de esto? —inquirió con escepticismo.—No, a menos que tú se lo digas. Además, no importa. Él abandonó nuestro hogar, así que ha perdido sus derechos de esposo sobre mí.—Lo sien
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Epílogo. El perdón es el peor castigo.
Un año y cuatro meses más tarde, en el salón principal de la mansión, Damián se encontraba tumbado sobre una cómoda alfombra de colores vibrantes y textura suave que acariciaba su espalda mientras sostenía a su pequeña rubia de 6 meses en sus brazos. Una sonrisa radiante iluminaba su rostro, sintiéndose más feliz que un pirata después de haber encontrado un gran tesoro.La bebé, con sus ojos avellanas curiosos y brillantes, estaba absorta en el universo de colores que la rodeaba. Damián dejó que sus dedos tocaran suavemente los piececitos de su bebé, haciéndole cosquillas mientras ella se retorcía de alegría, agitando sus pies al aire y riendo de manera contagiosa.Después de unos momentos, dejó descansar a la bebé, pero ella quería seguir jugando. Con torpeza, tomó un juguete y lo golpeó accidentalmente en el rostro, lo que la hizo carcajearse. —Definitivamente, eres igual que tu madre, pequeña gatita—, dijo Damián. La bebé, con sus mejillas regordetas y rosadas, se inclinó hacia él
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