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Todos los capítulos de Hasta encontrarte: Capítulo 21 - Capítulo 30
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XX A desacostumbrarse se ha dicho
Dos millones y medio era el monto adeudado con la compañía de electricidad. Era Oliver el encargado de pagar las cuentas de suministros básicos, Isabella hacía lo propio con el internet, el teléfono y la televisión satelital. Y sin siquiera avisarle, él había dejado de pagar.—No quiero ni imaginar cuánto debemos de agua. —Revisa, Isabellita o nos la van a cortar también —decía Mary. La cuenta también era alta y se debían dos meses. Isabella las pagó al instante.—¡Qué vergüenza, Mary! No le vayas a contar a nadie.—¿A quién voy a contarle? Además, no tiene nada de malo, a todo el mundo le ha pasado.A Isabella jamás y eso la asustaba.A las diez de la mañana se reunió con David, el ex contador de la inmobiliaria. Lucía ojeroso bajo sus gafas, cansado.—¿Qué pasó con Oliver? ¿Cómo llegó la inmobiliaria a estar tan mal?—Malas decisiones, gastos desmedidos. El Oliver de los últimos meses no era el que conocí todos estos años, parecía... un chiquillo inmaduro apresurado por tenerlo to
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XXI Los exploradores
—Puedes quedarte aquí durante el día si quieres —le dijo Jacob a Isabella por la mañana—. Tendrás que ordenar el almuerzo porque no he ido de compras y la despensa está casi vacía.—No me quedaré.Pasado el shock de descubrir que su esposo le era infiel, Isabella pudo meditar mejor sobre todo lo que estaba ocurriendo. —¿Nos vemos en la noche entonces?Ella tomó distancia, evidentemente incómoda. —Escucha, Jacob. Que mi esposo sea infiel no significa que yo deba pagarle con la misma moneda.—Pero nosotros no tenemos una relación todavía, sólo estamos "explorando".Su cinismo la hizo reír. —Entonces deberías buscar a alguien más para explorar, yo estoy llena de problemas y no necesitas eso. Una muchacha soltera, sin hijos, que tenga todo su tiempo para dedicártelo a ti, eso necesitas.—¿Qué sabes tú lo que yo necesito? Tienes ese terrible defecto de creer que lo sabes todo y de que la gente debe hacer lo que tú quieres, pues no. En mi vida mando yo.—¿Lo ves? Ni siquiera tenemos una r
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XXII Una mujer marcada
Mientras más alto se lograba llegar, más dolía la caída y ahora, luego de los últimos acontecimientos, Isabella no estaba en el suelo, sino en una fosa submarina, ahogándose en un dolor inimaginable.—Tantos años trabajando para él y me despide así nada más. Me dolió mucho, Isabellita.—Ay, Mary. Ni te imaginas. —Pero ya estoy aquí, no llores.Isabella siguió llorando mientras comía, mientras se paseaba como un espectro por los pasillos de su casa. La hermosa mansión de sus sueños tenía la nostalgia de un cascarón vacío. En el salón se sentó frente al piano. Ella había recibido clases desde niña, una mujer educada y de sociedad debía dominar por lo menos un segundo idioma y ser diestra en algún instrumento. Acarició con suavidad las teclas, sin llegar a sacarles un sonido, y recordó las veladas donde, junto a sus amigos, disfrutaban del talento que su hija había heredado. Se atrevió a pulsar una tecla, y otra. A cada nota iban brotando las memorias, que acompañaban momentos maravil
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XXIII Una vida perdida
Luego de lamentarse, llorar y pensar en la vida de pesadilla que se le venía por delante, Isabella se sintió lista para enfrentar a su esposo. Se vistió con un traje de dos piezas, diseñado a la medida por una exclusiva casa de modas italiana. El corte elegante realzaba su clase y refinada belleza. Volvió a maquillarse, ocultó sus ojeras y trató de disimular sus ojos hinchados. Le dio volumen y movimiento a su cabello, tal cual como se lo peinaban en el salón de belleza. Se veía hermosa aunque por dentro se moría.Llegó a la inmobiliaria sin aviso previo, la temblorosa asistente le dijo que Oliver estaba en la sala de reuniones y hacia allá fue. No llamó a la puerta para entrar. —¡¿Qué haces aquí?! —masculló Oliver por lo bajo, con expresión desencajada al verla.Había dos hombre más con él.—Ya que te fuiste y no contestas mis llamadas, no me dejaste más opción que venir aquí.—Estoy ocupado, espera afuera —ordenó, con los labios apretados.Qué feo se veía cuando estaba enojado.
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XXIV Rata de dos patas
Sábado por la mañana, Isabella despertó en la cama de Jacob, envuelta en su aroma y con la sensación de sus besos y caricias todavía cubriéndole la piel.Vaya hombre. No quería caer en comparaciones, pero era inevitable. Todo lo que sabía respecto a la intimidad lo había aprendido con Oliver, su único y precario marco de referencia (PRECARIO con mayúsculas).Se había cansado, tenía varios músculos medio entumecidos y eso ya era decir mucho, y no se había aburrido para nada. Y agradeció que Jacob no estuviera en la cama con ella, no estaba muy segura de lo que seguiría a continuación, casi sentía como si hubiera perdido la virginidad por segunda vez. Metió la cabeza bajo la almohada y cerró los ojos.Un repentino beso en la espalda la sobresaltó. El calor del cuerpo de Jacob tuvo un efecto inmediato y empezó a tener calor también.—¿Me traes el desayuno a la cama? —Tendría que ser el almuerzo, van a ser las cuatro de la tarde.Imposible, ella sentía que apenas y había dormido algo dur
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XXV Tantos secretos
Las cuatro muchachas desaparecidas sobre las que Isabella leía no tenían mucho en común, salvo una cosa. Pertenecían a diferentes clases sociales y se perdieron sin dejar rastro en distintos contextos: de camino a la escuela, luego de un paseo, tras una discusión con un familiar o al salir con amigos. Aparentemente nada que relacionara lo casos. Sin embargo, lo que ellas compartían era lo que tenía a Isabella armando puzzles en su cabeza: todas eran chicas hermosas. En dos de los casos había sospechosos involucrados por su supuesta participación en los hechos: un ex novio y el propio padre.Isabella se sobresaltó y le dio unos golpes con los nudillos al estante de madera a su lado, costumbre de Mary para espantar la mala fortuna.¿Cómo un padre podría lastimar a su hija? Jamás lo entendería.En los otros casos no había ninguna pista, aun cuando el más antiguo era de hace tres años. Matilde llevaba poco más de un mes desaparecida y se le hacía una eternidad, no imaginaba que se extend
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XXVI El secreto de Isabella
—¿Un hombre mayor? ¿Estás segura? —cuestionó Emilia.Isabella había ido a visitarla para hablar de lo último que había descubierto.—Ella misma lo decía en el video. Cariño, ¿tú no sabes quién podría ser? ¿Ella no te comentó algo, cualquier cosa?—No, tía. Ya te dije que con Matilde no hablábamos mucho y, cuando lo hacíamos, era sobre nuestras clases —aseguró Sonia, con expresión muy sincera y angustiada.Le preocupaba mucho la desaparición de su querida prima.*—¿Qué es eso que llevas puesto, Sonia? ¿Se lo quitaste a un payaso?Sonia se miró el vestido, le había parecido muy bonito cuando lo vio en la tienda, pero las burlas de su prima y sus amigos le indicaban lo contrario.—Es realmente horroroso, nos harías un favor si te lo quitas y de paso te limpias ese maquillaje —agregó Matilde.Y ella sintiéndose feliz porque su prima la había invitado a la fiesta en casa de Erick. Y tanto que se había esforzado para verse linda. La angustia de Sonia disminuyó al ver que Erick se ponía de p
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XXVII Con la mano en la "masa"
Era surrealista. Isabella no hallaba otro término para definir la inverosímil sucesión de eventos que la tenían histérica, al borde de la locura. A todo lo que ya había perdido ahora se sumaba su casa. ¡Su casa!—¡Se supone que enviaron dos notificaciones judiciales por correo! ¡Dos! Y yo no vi ninguna. ¡¿Dónde están, Mary?! ¡Tú eres la que recoge el correo!—No ha llegado nada para ti, Isabellita. Las demás cartas se las dejé al señor en su despacho, como siempre.¿Sería posible que Oliver las hubiera visto y escondido? Ahora entendía por qué se había quedado con los autos, a ella le había dejado sólo las deudas.—Esto no se va a quedar así —cogió su bolso y salió.Llegó a la inmobiliaria sin que hubiera disminuido una pizca su ira. Jamás se había sentido tan enojada y herida, tan traicionada.Caminó hacia la entrada con ímpetu hasta que el guardia se le interpuso.—Lo siento, señora, no puede pasar. —No me digas lo que puedo o no hacer, sólo vengo a hablar con mi... con Oliver.—Fu
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XXVIII Los amigos de Isabella
Isabella se levantó de prisa y, jalando a Jacob, se lo llevó por el pasillo. Nada estaba dicho todavía, si todos mentían ella también podía hacerlo y sería una completa descarada. —¡Escóndete! ¡No salgas, por lo que más quieras!—Esto es muy humillante —se quejó Jacob. —Te lo compensaré.—Y te lo cobraré. Él se fue escaleras arriba, ella fue a abrir la puerta luego de presionar el botón que abría el portón. Un auto negro llegó al frontis, con la elegancia de los modelos italianos y así fue el hombre que bajó cuando su chofer le abrió la puerta.Impecablemente vestido, ella apostaba que de Armani, él llegó a su lado con su metro noventa de estatura y sus cautivadores ojos negros.Vladimir Hertz abrazó a Isabella y, sin decir palabra, le transmitió todo el afecto que por ella sentía. Amigos desde la infancia, se veían de vez en cuando, cada uno ocupado en sus asuntos, pero al reencontrarse parecía que el tiempo no hubiera pasado entre ellos. Isabella, feliz por tan sorpresiva visita
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XXIX El video sucio
El día de Diana comenzaba preparando el desayuno para ella y July. July ya no estaba, pero seguía sirviéndole una taza de té y una tostada con mermelada.Luego la llevaba a la escuela y se iba al trabajo. Seguía pasando por fuera de la escuela. Intentaba evitarlo, pero sus manos movían el volante sin que ella lo pensara. Sentada en su pequeño cubículo intentaba dar cumplimiento a las expectativas de su jefe. Ella no podía darse el lujo de Isabella de quedarse en casa, ella tenía que seguir trabajando con su pena. Y se esforzaba para que su voz se oyera cordial y animada cada vez que recibía una llamada en la central telefónica. La jornada se le iba en un parpadeo y volvía a casa antes del atardecer.—July, ya llegué.Nadie le contestaba. En su lucha por enfrentar la realidad ella imaginaba que algún día su hija volvería a responderle.Al anochecer limpiaba una reluciente pistola. Si supiera que ella pondría fin a su dolor hacía tiempo que habría pulsado el gatillo. La guardaba en e
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