Las copas de los árboles estaban pintadas de blanco, empujar la silla hacia el punto de intercambio fue difícil, pero aún no me sentía listo para desenmascararme. En ese momento, mientras uno de mis guardaespaldas mantenía sujeto por un brazo a Zayn. Vi como un auto negro con vidrios polarizados se detenía a unos metros. Sheik y el jeque salieron cubiertos por abrigos pesados y voluminosos que entorpecían sus movimientos, pero también podían cubrir perfectamente cualquier arma. Con delicadeza, un par de manos atadas por una soga gruesa, tomaron la mano de Sheik. Unos finos tobillos se asomaron y entonces la vi, tan hermosa y cautivadora. Mi corazón se aceleró, deseaba tenerla en mis brazos. Sus encantadores ojos, incluso torturados por las circunstancias, brillaban de esa manera tan dulce. Leer más