Cuando Delilah se sintió más calmada y la tristeza dio paso a la frustración y el enfado, fue a buscar a Andrea para que le explicara qué había ocurrido. La mujer había desaparecido y nunca acudió a sus gritos de auxilio, pero estaba segura de que era ella quien había sacado la ropa y la peluca de la habitación. La encontró escondida, camuflada detrás de una de las plantas ornamentales. La muy descarada hablaba por teléfono con mucho secretismo. —Sí, señora, tal como vio en el video que le mandé su hijo se volvió loco de celos cuando vio a su amigo en casa… Ya sé que le vio más de lo necesario, pero fue por culpa del ángulo y que él mostraba el trasero a la cámara… Señora, no es que yo quisiera grabar a su hijo dando semejante espectáculo… No miré, se lo juro… Por supuesto, señora, me cubrí los ojos para grabar. —¡Andrea! —la llamó y la mujer lanzó el teléfono por los aires. —¡Qué susto me ha dado, señora! —masculló y salió de detrás de la planta—. Estaba regándola, la vi un poco
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