—¿Se puede saber qué es eso que van a repetir? —siseó Maximiliano y se veía tan tenso y enfadado que Delilah sintió un escalofrío.Se frotó los brazos y Marco que se encontraba junto a ella en lugar de apartarse, se acercó más.—Me habían dicho que no estabas en casa, creí que ya no vivías aquí, amigo —pronunció Marco con toda la calma, como si la actitud de Maximiliano no fuese con él.¿Qué hacía su esposo allí? ¿Cuándo había entrado y por qué estaba solo con una toalla?Max apretó los labios en una línea y mostró los puños a ambos lados de su cuerpo.Se veía molesto y Delilah intentó obviar que su esposo estaba casi desnudo en la sala de su casa.Era todo un espectáculo para la vista y sus ojos querían recrearse en aquel cuerpo, pero no pensaba permitírselo, aunque no pudo evitar que los pensamientos de lo ocurrido la noche anterior ocuparan su mente y se le acelerara el corazón.Delilah carraspeó para que ambos hombres dejaran de retarse con la mirada.¿Sería posible que Marco tuvi
Delilah se desesperó, sentía que le iba a dar un infarto fulminante al verlo marcharse hacia su habitación. Su plan iba a fracasar antes de comenzar solo por ser una descuidada y una desordenada. Si no hubiera llegado en la noche lamiéndose las heridas, habría guardado todo en lugar de echarse a llorar. No podía permitirlo, tenía que impedirlo como fuera. —¡Ni se te ocurra! —gritó y salió corriendo detrás de él. Maximiliano se detuvo al escuchar su grito y se dio la vuelta para ver a qué se debía su histeria. La expresión de su marido en ese momento era de incredulidad al verla acercarse corriendo con más energía que una atleta profesional. La mirada de Maximiliano recayó en sus pechos, que incluso le dolían por la forma en que se movían libres por no haberse puesto un brasier. La veía con deseo y aquella mirada la desestabilizó. Estaba próxima a llegar a su objetivo cuando una de las pantuflas de gato se salió de su pie y voló hasta su esposo. Aquel hombre, que al parecer c
—Delilah, quítate y déjame pasar —dijo Maximiliano, su risa había sido sustituida por un semblante serio. Al parecer ya no le estaba gustando que ella no le permitiera entrar en su habitación. —No lo haré, no tienes derecho, es mi privacidad, mi espacio seguro y no vas llenarlo con tus… Con tus hormonas masculinas de pervertido —graznó ya sin saber qué excusa ponerle. Si él entraba y veía la peluca y el vestido, ella iba a necesitar un cohete espacial para poder huir a otro planeta. No era el momento de que se enterara porque la única que se vería como una desesperada que buscaba su atención sería ella y no soportaría esa humillación tan grande. —¿Qué estás ocultando? —lo escuchó gruñir demasiado cerca de su rostro y su aliento le erizó la piel—. ¿Es otro hombre? ¿No me digas que Marco te interrumpió y ya estabas con otro? —Y si así fuera, ¿qué? No tienes derecho a reclamarme nada —dijo con menos seguridad de la que esperaba. Su tono de voz era nervioso y no se atrevía a mirarlo
Delilah creyó haber escuchado mal. Era eso o que se había vuelto loca. La segunda opción era la más lógica porque con todo lo que le había ocurrido en los últimos meses no era para menos. —¿Es que no vas a decir nada? —escuchó que le decía Maximiliano—. Sé que estás herida por mi comportamiento, pero… Su esposo se detuvo cuando los hombros de Delilah comenzaron a moverse. Casi no podía detener los espasmos de su cuerpo. Maximiliano se acercó a ella con rapidez y la agarró de los brazos. —No llores —le dijo en tono afligido, pero ella no estaba llorando, se estaba riendo. Cuando se dio la vuelta para enfrentarlo, él descubrió que sí tenía los ojos brillantes por las lágrimas, pero era por contener las carcajadas que estaba a punto de soltar. —Lloraré, pero de la risa por lo que acabas de decir —masculló y miro con desagrado a la mano de Maximiliano que le acariciaba el brazo—. No me toques, por favor. Su esposo la miró muy confundido, por la expresión que tenía parecía que ahor
Cuando Delilah se sintió más calmada y la tristeza dio paso a la frustración y el enfado, fue a buscar a Andrea para que le explicara qué había ocurrido. La mujer había desaparecido y nunca acudió a sus gritos de auxilio, pero estaba segura de que era ella quien había sacado la ropa y la peluca de la habitación. La encontró escondida, camuflada detrás de una de las plantas ornamentales. La muy descarada hablaba por teléfono con mucho secretismo. —Sí, señora, tal como vio en el video que le mandé su hijo se volvió loco de celos cuando vio a su amigo en casa… Ya sé que le vio más de lo necesario, pero fue por culpa del ángulo y que él mostraba el trasero a la cámara… Señora, no es que yo quisiera grabar a su hijo dando semejante espectáculo… No miré, se lo juro… Por supuesto, señora, me cubrí los ojos para grabar. —¡Andrea! —la llamó y la mujer lanzó el teléfono por los aires. —¡Qué susto me ha dado, señora! —masculló y salió de detrás de la planta—. Estaba regándola, la vi un poco
—¡Estoy tan feliz! —gritó Aurora mientras la agarraba de los hombros y la movía como si fuera una muñeca.Delilah parpadeó intentando salir del sueño.Su hermana, que se había mudado a la casa la tarde anterior, se coló en su habitación gritando como una loca.—¿No podrías ser feliz con menos intensidad? —farfulló, apenas había dormido por estar pensando en cómo iba a cumplir la petición de su suegra—. Estoy muerta de sueño.—Después vuelves a dormir, pero ahora despierta porque tengo que darte una gran noticia. No me lo puedo creer, es un milagro, Nana. No dejan de llegarme solicitudes aceptadas de universidades que ni en mis mejores sueños entraría. ¡Nana, despierta!La palabra universidades y los gritos de Aurora provocó que saliera del letargo con mucha rapidez.Se sentó en la cama y miró a su hermana con una mezcla de emoción por su felicidad y de aprehensión porque sabía lo que significaba.Su suegra estaba cumpliendo su palabra y ella debería cumplir la suya.***Horas después
Delilah enrojeció después de decirlo e intentó ocultarle su rostro para que él no se percatara.Su esposo estaba rígido, ella estaba pegada a su cuerpo y él mantenía los brazos sueltos como si evitara tocarla.Esperó que la tomara de la cintura, que la llevara de nuevo a aquella habitación, pero él solo se quedó quieto.Lo único que mostraba que la había escuchado fue el movimiento que hizo su nuez de Adán al tragar.—No… ¿No tienes nada que decirme? —balbuceó y no le quedó otro remedio que apartarse un poco para mirarlo a la cara.Maximiliano tenía una expresión de estar pasando el peor momento de su vida.Nada que ver con los sonriente que estaba cuando la perseguía como un loco por la casa sin importarle lo más mínimo estar desnudo.—Esta noche no estoy de humor, lo siento, pero tendrás que buscar otra compañía.Delilah no podía permitir que él la rechazara, suficiente tenía con las ocasiones que lo hizo cuando sabía que era ella.—¿Por qué no estás de humor? —preguntó antes de pod
Maximiliano encendió las luces al entrar tras Zafiro, ella se había adentrado en la habitación a oscuras y con paso seguro, pero apenas cerró la puerta la vio dudar.Fue solo un instante, pero lo suficiente para que él que la estaba observando como un lince a su presa se percatara del cambio.Zafiro sonrió como una invitación para que se acercara a ella, de forma inconsciente la vio llevarse la mano al collar que siempre colgaba de su cuello y que le había dado aquel nombre falso.Lo frotó, era como si lo usara de talismán para controlar sus nervios porque por más que intentaba demostrar que era una mujer segura de sí misma, él estaba al pendiente de cada movimiento que ella hacía y veía que esa seguridad era fingida.La mano le temblaba un poco, le costaba mantenerle el contacto visual a pesar de estar sonriendo y cuando creía que no la veía se frotaba el pecho como si quisiera calmar los latidos del corazón.—¿Por qué tan callado? —le dijo intentando rellenar el silencio que se habí