Seis meses después. Piama y Raúl daban vueltas, habían pagado mucho dinero para que todo se hiciera como quisieran, pero no sabía si tendrían algo de buena fortuna. Por la madrugada en la mansión, los golpes secos en la puerta, hicieron que Evan se levantara preocupado, Alba se irguió confundida, él abrió la puerta. —¡Señor, ha ocurrido una tragedia! ¡Un hombre fue asesinado! —exclamó un empleado. Evan se congeló, Alba intentó levantarse, él tomó la pistola que, de ahora en más, tenía en su buro, ella intentó ir con él, pero no la dejó —¡Nuestro hijo, Evan! —Tranquila. Espera aquí —suplicó, ella intentó levantarse, pero él cerró la puerta, tenía miedo, el bebé dormía justo en la habitación de Marisa arriba, a dos alcobas de la suya. Evan caminó por el pasillo, observó al hombre tendido, tocó su pulso, no era un hombre muerto, pero sí herido. Pidió que lo ayudaran, al mirar la puerta de la recámara de su hijo abierta, sintió que le faltaba el aliento, corrió de prisa, Marisa esta
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