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Todos los capítulos de Quédate en mis brazos: Capítulo 81 - Capítulo 90
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81. Beso de tres
Casandra abrió la puerta y a pesar de la música, escuchó a la pelirroja gimiendo de placer mientras Fabio manejaba un control remoto con la mano izquierda. Tenía una de las rodillas apoyada sobre la cama, y con la otra mano sostenía con firmeza su miembro, empujando una y otra vez contra su boca.Su primer impulso fue retroceder ante el impacto de la escena. No porque le hubiese hecho daño, sino porque simplemente no lo esperaba. Sin embargo, su voz ronca la detuvo al decir:—Tardaste demasiado.Ella esperaba descubrir alguna emoción en su rostro, cada vez más anguloso debido al continuo desvelo al que se sometía para investigar más sobre la gente que rodeaba a Mónica Durán y a Raúl Díaz. Sin embargo, apenas se inmutó al mirar de reojo en su dirección. Toda su atención estaba centrada en ahogar a esa mujer, al moverse con más ímpetu dentro de la cavidad de la mujer.Ella estaba abierta de piernas, removiéndose como si quisiera liberarse de las ataduras hechas con corbatas, esposas y c
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82. El recuento de los daños
Casandra no supo cuánto tiempo más pasó entre los brazos de ambos, gimiendo, gritando, exclamando groserías y riendo. Solo se enteró de que ya era de mañana por el aroma a café cerca de la nariz. Abrió los ojos, sorprendida por no tener un dolor de cabeza intenso, y se irguió sobre la cama, encontrando a media penumbra la habitación ordenada, como si allí no hubiese ocurrido nada.—Buen día, oficial Herrera, ¿despertó convertida en la bella durmiente? Son las nueve y cuarto —dijo Josh, mientras se acomodaba la corbata frente al espejo que cubría casi por completo una de las paredes y al que no le dio importancia la noche anterior, a pesar de lo ocurrido.—¿Trabajas hoy? —Ella buscó el teléfono para confirmar la hora y de paso revisar su agenda. Se había retrasado con una reunión, pero al entrar en la aplicación que usaba con Sara, se dio cuenta de que la reprogramó para la siguiente semana. Así que ya no tenía compromisos por cumplir.—Sabes que en nuestras profesiones no existe el
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83. Verdades al desnudo
—Es probable, pero no soy capaz de vivir como si nada, a sabiendas de que hay alguien a quien quiero en peligro.—Permite que te corrija. Ella es alguien a quien amas de una forma obsesiva. Pero al parecer omites a propósito el relevante hecho de que prefirió casarse con otro que contigo.Fabio golpeó el vidrio y lo fisuró de inmediato. A pesar de que su mano empezó a sangrar, él parecía no darse cuenta y avanzó hacia ella con el rostro enrojecido y una mirada iracunda al gritar:—¡No la amo, Casandra! Es a ti a quien amo, a quien adoro, pero parece que no lo ves. —Se le quebró la voz en las últimas palabras—. Es verdad, eligió a otro, ¿y qué? No la odio, quizá hasta la entiendo un poco ahora, cuando tú también estás desesperada por alejarte de mí, por abandonarme.—No te estoy abandonando, no seas infantil. Te propongo que…—¿Qué? —Sonrió con ironía—. Que seamos amigos, que cojamos de vez en cuando. No, ¡ya sé!, quieres que te compartamos entre Josh y yo. Quizás con Hunter también. E
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84. Escombros
Gael Andrade era un narcisista, lo había sido siempre y eso nunca le importó mientras lo dejara en paz. Sin embargo, esa noche, Fabio estuvo a punto de partirle la cara demasiadas veces como para llevar la cuenta.—Por favor, hijo… —También perdió la cuenta de cuántas veces la mujer que se convirtió en su madre al perder la suya lo sostenía de la manga del saco para detenerlo—. No puedes culparlo. Es una noche importante para tu padre. —Y estoy aquí como pidió.La mirada de reprobación de Margo le supo amarga y dolorosa, porque recordaba lo que había perdido. No podía más. —Fabio, ¿qué pretendes?—Voy a despedirme, ya no soporto estar aquí.—Espera a que haga el brindis, te lo ruego. Solo una fotografía más y te dejará en paz. Si gana las elecciones…—Sabes tanto como yo, que no era a mí a quien esperaba. Es más, mejor me voy ahora, porque si vuelve a decir algo sobre…—Owen, ¿cómo lo ves? —dijo su padre en voz tan alta que los invitados a su alrededor lo convirtieron en el centro d
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85. Un último movimiento
Era cierto que no era la primera vez que una mujer lo abandonaba, pero esta era mucho peor que cada una y todas a la vez. Un peso enorme se albergó en su alma cuando se dio cuenta de lo que implicó la marcha en su vida en realidad, porque ya no había retorno. Ella se veía feliz de alejarse de su lado, aliviada de dejarlo en el pasado.Pocos días después, la hermosa y exitosa abogada Casandra Herrera, se convirtió en portada de varias revistas internacionales en las que posaba con jóvenes multimillonarios igual que ella, divirtiéndose en islas paradisiacas o asistiendo a galas con la aristocracia de algún país europeo.Fabio era consciente de comportarse como un infeliz egoísta, pero a pesar de verla tan plena y en un ambiente que era el suyo por derecho de nacimiento, la quería con él entre sus brazos.En compañía de su nueva mascota; un gato callejero enorme y con cara de malhumorado que se recostó bajo sus pies la primera noche que se quedó en esa casa. Había caído en el jardín, a
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86. Corazón roto
Su copa fue rellenada sin haberlo solicitado mientras recibía una nueva palmada en la espalda. Luego vino otra felicitación por su ascenso como nuevo socio de la firma, el más joven de ellos. Pero todos los que estaban celebrando junto a él esa noche desconocían que su proactividad solo obedecía al escaso tiempo que le dedicaba a su vida personal.No podía negar que se sentía orgulloso por lograr atraer una cantidad respetable de clientes con cuentas de siete cifras, lo que incrementó en un 15 % la facturación de ese mes, aunque no todo era su trabajo, pues su padre persuadió a unos cuantos políticos y empresarios a formar parte de su cartera de clientes. No podía decir que hubieran limado todas las asperezas que rodeaban su relación. Pero sí era más llevadera.Esther también formaba parte de su éxito. Si entre ella y Josh no lo hubieran sacado de aquel bar a las nueve de la mañana de un martes, no estaría ahí esa noche.—¡Vamos por más! —dijo alguien.—Como siempre… —respondió una ve
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87. Un rayo de esperanza
Fabio percibió las primeras gotas de lluvia sobre el rostro y se vio forzado a reír. Debía lucir como un loco, por la forma en la que lo miraba la gente al pasar, pero tenía que burlarse de su propia desgracia, porque al parecer su vida giraba y giraba, pero al final terminaba en el mismo punto: abandonado y llorando por una mujer.Era un hombre que amaba y deseaba ser amado con la misma intensidad, pero no tenía idea de cómo conseguirlo. Sabía que pedir perdón ya estaba fuera de contexto, que ponerse de rodillas y pedirle matrimonio no era lo que ella quería, que ir tras ella y despertar su libido solo le daría cuando mucho unas horas de placer. Pero una vez transcurridas, ella lo desecharía sin miramientos.Estaba perdido y no sabía cómo proceder.Se sentó sobre la base de una estatua de un ángel y no le importó mojarse, mientras miraba sin emoción cómo la gente corría a su alrededor, queriendo protegerse de la lluvia. Miró al cielo cuando un enorme relámpago se abrió paso entre las
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88. Prioridades
Fabio se colocó el saco y se acomodó el cabello antes de salir de su habitación, pero se detuvo en medio de la escalera al ver a través de la ventana y darse cuenta de que un nido de palomas estaba anidando allí. Sonrió con pesar, esperando que Grief no llegara hasta esa altura, porque el fin de semana anterior tuvo que luchar con él para alejarlo de las mariposas que se agrupaban en el jardín posterior.Escuchó las risas de los Herrera y se preparó para una segunda ronda de consejos que según él no le servían para nada en su relación con Casandra, la de la noche anterior lo dejó exhausto. Pudo escapar solo porque entre los tres se enfrascaron en una discusión sin sentido sobre el tema. Compitiendo por demostrar quién conocía mejor a MonkeyBoo.Sin embargo, no era eso lo que le molestaba, sino tener que soportar sus bromas buscando provocarlo. Tomó todo el aire que pudo en sus pulmones y exhaló, repitiendo la acción un par de veces más. Parecía estar funcionando, porque ya tenían una
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89. Susana
Raúl se quedó en silencio por varios minutos y Fabio aprovechó para ubicarse. Estaban saliendo de la ciudad y eso lo asustó un poco, aunque llegó a la conclusión de que si en realidad querían acabar con él, lo habrían hecho con más facilidad en las desoladas calles cercanas a su casa. Así que la siguiente opción era que lo llevaban junto a Susana.Sonrió a medias, sabiendo que al fin podría quitarse una de sus más grandes preocupaciones.—Si me ayudas con lo que necesito, te la puedes quedar —ofreció Raúl de pronto, acabando con el mutismo que los tenía cautivos.—Ahora que ya no te sirve… —respondió sin pensar—. ¡Mierda! —susurró al recibir un puñetazo en el pómulo.—No te atrevas a opinar al respecto, muchacho. Susana no es… Ella no…—Supe que está embarazada —dijo cuando recobró el aliento y logró contener el deseo de devolverle el golpe.—Lo está, es un varón. —No podía creer que un hombre como él se emocionara de esa forma, que lucía tan honesta y natural—. Ella quiere divorciars
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90. Ogro
Fabio escuchó pasos de botas tras él y se dio la vuelta, en guardia, por si sobrevenía un ataque. Sin embargo, el hombre que salió detrás de una cortina blanca envejecida, lo miró sin inmutarse. Las paredes a sus espaldas estaban sin pintar, con el color característico del cemento.—A ella no le gusta que la vean.—¿Por qué mantienen este sitio tan oscuro? Descorran las cortinas para que entre un poco de aire.No terminó de dar la orden cuando él mismo se acercó a uno de los grandes ventanales y empujó una de las hojas de madera con dificultad. Los cristales de las mismas estaban cubiertos por más madera, como si no fuese suficiente encierro tenerla ahí arriba.El viento que chocó contra su rostro era fresco, pero no podía soportar el olor del lugar, así que tomó todo el aire que pudo para evitar una arcada.—Señora, es el joven que mandó a llamar. Está guapo, como usted dijo.Virginia era una chica menuda, de grandes y expresivos ojos cafés que lo miraron con algo parecido al pesar.
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