Una cosa era que aceptara la propuesta de matrimonio de Leandro. Otra muy distinta que lo hiciera para ya. Es decir, ya, ya, en plena escapada de celebración a nuestro compromiso. Nuestro romance de manera oficial apenas estaba comenzando, y ya, ya, un juez venía al medio de la nada para casarnos.¿Qué diablos era esto?Lo más desesperante es que Leandro parece no captarlo.—No podemos casarnos esta tarde Leandro — le hago entrar en la razón que le falta.—Aceptaste mi propuesta de matrimonio después de mucho insistir. ¿Qué pensabas que pasaría luego de los anillos y las promesas que te he hecho? — dice él como si a quien le faltase la razón era a mí, no a él.—¿Disfrutar algunos meses de nuestro noviazgo? ¿Conocernos mejor como pareja y no como jefe/empleada?—Cielo… — él acaricia mi rostro, yo me derrito, aunque continúo sosteniendo mi raciocino o eso creo — yo siento que te conozco lo suficiente, y tú también a mí. Sí podemos seguir conociéndonos por meses y años, pero te estás olv
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