Cuando las puertas del ascensor se abren, Ethan le da el pase a Anthony para que abandone primero el ascensor y luego los tres caminan hacia la oficina de Kate. Por supuesto, Ethan sin soltar ni un sólo momento a su mujer porque sabe que en cuanto lo haga, ese hombre no perderá la oportunidad para acercársele como si fuera una garrapata. —Muy bien, señor DeMarco, empieza a correr su tiempo —le dice ella una vez que han entrado a la oficina y que Ethan cierra la puerta. Ella continúa su camino hasta el escritorio y su hombre se para a su lado, ambos mirando fijamente a DeMarco. —¿Puedo tomar asiento? —Por supuesto, disculpe mis modales, es lo que no me siento muy a gusto de que venga un extraño a decirme cosas que yo no sé de mi propia vida. Pero adelante, dígame ¿qué es lo que sabe de mí? —La conocí en un bar de Londres, se presentó como Kate Jackson, una joven estudiante de finanzas. Para entonces yo era detective de la policía, tenía veinticinco años y me quedé prendado irremedi
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