LizbethDos días despuésNo puedo evitar preocuparme por Jeremías, ayer lo llamé, pero no contestó y aunque he intentado de todo para que Lucía hable, pero solo he hecho que se aísle más, ni siquiera ha querido salir de su habitación.Por no hablar de entrar a la sala de estar, aunque con ese ambiente lúgubre que acompaña ese cuadro, incluso yo evito pasar mucho tiempo ahí.—Les prometo que iré por ustedes en unas horas — digo terminando de acomodar el moño en la cabeza de mi hija — ¿Por qué no me dices si te gusta este peinado?Miro a la niña desde mi reflejo, pero ella hace los gestos con su mano, resoplo, frustrada, la tomo en brazos para bajarla de la silla donde la he puesto para peinarla, e intento hablar con calma.—Nena, ¿no confías en mí? — cuestiono acariciando su rostro — porque no me dices, aunque sea una palabra Lulu — beso su frente — no me iré a ningún lugar, ¿Lo sabes?La niña, frente a mí niega, baja de mi regazo como regaño mentalmente cuando corre fuera de la habita
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